Se alimentó.
Sus huesos deshidratados se hincharon, llenos de vida.
Pero necesitaba más.
Mucho más.
Aquel era el éxtasis que los demás habían tratado de ocultarle mientras ellos se embriagaban de poder. Ahora pagarían por ello. La sangre chorreaba desde sus colmillos cuando profirió un grito de desafío que rompió las ventanas de todos los edificios en un radio de dos kilómetros. Había llegado el momento.