Tres meses después, cuando Mingyu ocupó su lugar en la reunión del Grupo, las exclamaciones de los demás fueron genuinas. Al parecer, incluso los inmortales lo habían dado por muerto. Se sentó y apoyó las manos sobre los brazos del sillón.
—Tengo entendido que estáis decidiendo cómo dividir mi territorio.
Leo fue la primera en recuperarse.
—No, por supuesto que no. Hablábamos del sucesor de Minho.
Él sonrió y dejó pasar la mentira.
—Por supuesto...
—Hiciste bien deteniéndolo —dijo Junhui.
Hakyeon asintió.
—Es una lástima que su final fuera tan público. Durante un tiempo, los mortales especularon sobre si él era o no el causante de las desapariciones ocurridas en tu región... ¿Cómo solucionaste las cosas?
—Tengo hombres muy buenos a mi alrededor. —Por lo visto había sido idea de Veneno acusar a Robert «Bobby» Syles. Era el candidato perfecto, y dada su repugnante predilección por los niños, nadie se sintió culpable por ensuciar su nombre. Simplemente se necesitaron unas cuantas insinuaciones a nivel judicial, algunos rumores sobre las inclinaciones depravadas de Bobby y pruebas de su entrada en Estados Unidos.
Hakyeon soltó un resoplido y Wonho asintió. Fue Lee Chan quien habló a continuación.
—Nos alegra verte, Mingyu.
Le pareció que la voz de la arcángel sonaba sincera, así que inclinó brevemente la cabeza. El sonrió; su rostro era tan hermoso que había provocado la caída de muchos reinos. Sin embargo, Mingyu no sintió nada. Le había entregado su corazón a un mortal.
—Así que estáis hablando de sucesores, ¿no?
—Para ser más precisos —señaló Wonsik—, de la carencia de ellos. Hay uno, como todos sabemos, que pronto se Convertirá en arcángel. Pero todavía no lo es.
—Y ahora el territorio de Minho necesita un gobernante. —La mirada de Hyelim se clavó en la de Mingyu desde el otro lado del círculo, y mostraba un malicioso regocijo que él entendía muy bien. No obstante, lo único que la arcángel dijo fue—: Yo podría encargarme de parte de su trabajo, pero ya tengo suficiente con mis propias tierras.
—Un gesto muy magnánimo por tu parte, Hyelim —murmuró Leo con un elegante toque de sarcasmo—. ¿Es que tu sed de territorios no conoce fin?
La furia atravesó los ojos de Hyelim.
—Y se supone que tú no tienes interés en ellos, ¿no?
Y así empezó la ronda de proposiciones y oposiciones, de alianzas y antagonismos. Solo Mingyu y Yixing, que estaba sentada a su lado, permanecieron en silencio. Yixing tocó su brazo con aquellos dedos pálidos y delicados.
—¿Hablaste mucho con Minho antes de que muriera?
—No. Él ya no estaba en condiciones de hablar.
—Qué lástima. —Volvió a apoyar la mano sobre el brazo de su sillón—. Me habría gustado saber más sobre los efectos sutiles de una larga exposición a la toxina.
Mingyu enarcó una ceja.
—No te estarás planteando hacer algo así, ¿verdad?
Su suave risotada pasó desapercibida gracias a la discusión que mantenían los demás a su alrededor.
—No, valoro mucho mi cordura.
Mingyu se preguntó si Yixing seguía cuerda a aquellas alturas. Dokyeom había conseguido reunir más detalles de la corte de la arcángel: la mayoría de sus «cortesanos» eran renacidos, criaturas que seguían sus órdenes con inquebrantable obediencia.