Prólogo

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San Martín, Buenos Aires - 2019.

—¡Un toque más a la derecha, Tomi! —muevo la mano hacia esa dirección para guiarlo y que ajuste el pasacalles. Todo tiene que quedar perfecto.

—¿Ahí? —me grita desde el poste. Levanto ambos pulgares y asiento efusivamente con una sonrisa.

Observo como quedó y los nervios se hacen cada vez más reales, esto está pasando. Ya quiero que llegue y vea todo.

Me acerco a mi amiga que está a unos pasos sacando fotos del pasacalles. Ella y Tomi, su novio, me re ayudaron con toda la idea. Creo que sin ellos no me hubiese animado a caer con el cartel, porque de venir iba a venir igual.

—¿Y, qué opinas? —le pregunto a Ori dándole un codazo amistoso. —¿Decís que le gusta?

—Olvidate, amiga. Además es Enzo, si le regalabas una pelota ya era feliz —se encoge de hombros.

Un poco de razón tiene, pero como tengo planeado declararme hoy, le quise hacer algo especial. El pasacalles dice "Bienvenido al morocho de visera más lindo :P", no me daba la cara para declararme directamente ahí, así que al menos le doy la bienvenida de sus vacaciones. Se fue una semana a Mar del Tuyú, el día antes de que se fuera se me declaró y no supe bien qué decir, así que hoy vine a perder mi orgullo para decirle que yo también lo quiero.

Nos conocemos desde primero de secundaria, siempre fuimos cercanos pero nunca se nos dio. Él era medio gato y yo corte me la pasaba viendo películas románticas y flasheaba con eso, así que no sabía bien qué carajos quería. Igual, sin ser novios, ya chapamos y nuestra primera vez fue juntos. Somos algo así como novios de toda la vida, pero sin título oficial. Y al no tener título oficial, como que tampoco somos nada, eso también me hace estar acá ahora. Con lo celosa que soy, convulsiono cada vez que una mina se le acerca y no puedo sacarla cagando porque justamente no hay título.

—Zarpada romántica pegó con vos —dice Tomi terminando de bajar del poste.

Me río, los ojos me brillan al imaginarme a Enzo feliz con lo que estoy por hacer. —¿Se le hará romántico el pasacalles? parece más un piropo lo que dice, pero qué sé yo. Ojalá la pelota le guste al menos.

Mi amiga me agarra de los hombros para que la mire. —Candela, cortala. Le va a re gustar, encima con todas las golosinas que le trajiste ya lo comprás, vas a ver.

Ladeo la cabeza para ver a través de su oreja las dos luces que me encandilan de repente, veo que se acerca un auto, un gol rojo planchado al piso. Claramente es el auto de la familia de Enzo, fue obra suya que ahora no puedan pasar una loma de burro sin tocar la calle. Le había dicho que no era necesario que esté tan abajo, pero su postura de que era re fachero así ganó.

—¡Ahí vienen! —grito logrando que se giren re alterados.

—Hija de puta, me hiciste re cagar —Tomi se lleva la mano al corazón y suspira. —Bueno, ¿vamos, amor?

Ori me da un abrazo rápido. —Listo, sos vos. Comele la boca y después me contás todo —no me da ni tiempo a responder que arrancan a correr hacia la esquina contraria por la que viene el auto.

—¡Los quiero! —me despido, pero ya ni me habrán escuchado. Vuelvo la vista al gol que ya está estacionando frente a la casa de Enzo.

Lado a Lado | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora