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En la madrugada casi no pudo dormir a causa del llanto y las penas que ahogó bajo el sostén de sus amigos. Pensar que su carrera estaba destruida y sentir se le venía el mundo abajo la golpeó fuerte, por lo que verla durmiendo en su cama es un gran alivio para Oriana, que no deja de hacerle pequeñas caricias mientras su marido, Paulo, las observa recostado a lo largo de la punta de la cama.

Para él no es nada nuevo verlas así, tan pegadas, tan mimetizadas entre sí. Cuando las conoció sabía que eran un pack de dos, imposible tener a Ori sin su mejor amiga acompañándola. De todas formas, lejos de molestarle, también se lleva bien con Candela, por lo que verla tan mal afecta por completo a la pareja. Sin dudas es una persona muy importante para los dos.

—Amor, te van a matar si no te ven en la concentración —susurra la morocha intentando no irrumpir el sueño de su amiga.

Paulo asiente con la cabeza aún apoyada en su mano, no tiene ganas de dejarlas solas, pero su entrenador le anticipó que iba de titular después de varios partidos. Por lo que su gran duda es si darle la noticia tan esperada por ambos.

Piensa varias veces antes de volver a hablar.

—No te pido que vengas conmigo, pero Scaloni me dijo que voy de titular —le comenta poniéndose de pie para desperezarse.

Su rostro adormilado rápidamente es remplazado por su sonrisa característica al ver que Oriana abre los ojos como platos, ahogando su emoción para no molestar a Candela.

—Pero amor, ¿cómo me decís eso? Sabes que quiero estar ahí —le sonríe aún emocionada, al acomodarse sobre el respaldar de la cama termina logrando que su amiga tome más consciencia.

—Sí, ya sé, pero no la podés dejar sola —mete sus pies dentro de sus zapatillas. —Cuando se despierte y empiece a ver la tele o las redes se va a malviajar, necesita que la acompañes —le recuerda, sin saber que Cande está despierta.

Por la cabeza de la morocha se cruzan muchas cosas. No quiere arruinarle a su amiga el partido de su marido, pero no está segura de poder sobrellevar todo sola. El solo pensar en todo lo sucedido se le hacen agua los ojos, va a ser difícil recuperarse de estar bajo el ojo público y bajo tantas críticas de un momento a otro.

Oriana asiente ante las palabras de su marido, sabe que tiene razón, pero también quiere acompañarlo a él. No quiere elegir entre sus personas favoritas, por lo que se le ocurre una idea que quizás no es tan buena, solo que en el pensamiento de querer estar para los dos no se detuvo a analizarla.

—Vos tranqui, amor. Hoy voy a estar ahí para bancarte sin dejarla sola —le guiña el ojo con suficiencia, volviendo a las caricias que le estaba dando a su amiga.

Paulo duda un segundo, antes de hablar su celular lo distrae. Revisa la notificación y rápidamente se acerca a su mujer para despedirse.

—Me tengo que ir, Lean me está cubriendo —deja un beso fugaz en los labios de Oriana, separándose rápidamente para alejarse. —¡Te amo!

Candela, casi cansada de fingir estar dormida, comienza a desperezarse dándole a entender a su amiga que ya está consciente. Ori la recibe con una sonrisa empática.

—¿Pudiste dormir bien? —le deja un suave beso en su hombro cuando se sienta a su lado.

Claramente no pudo casi dormir, estuvo al borde de las pesadillas, pero para su suerte no soñó con nada. No tiene tantas fuerzas para estirar su mano y tomar su celular pese a las ganas de saber qué está pasando en redes. Tenía pensado decirle a su amiga que podía irse al partido tranquila, sin embargo, el solo hecho de ver su celular sobre la mesita de luz le brindó un temblor, acompañado de escalofríos y ganas de vomitar.

Lado a Lado | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora