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Un mes después.


El sol está demasiado fuerte como para estar bronceandome ahora, pero no lo hago con ese fin. Me gusta la tranquilidad de estar tirada en la reposera junto a la pileta y el sonido de los árboles al moverse de fondo. Es contradictorio que tanto silencio me ayude a no pensar en nada, a encontrar un poco de paz después de lo que pasó.

Sigo sin estar bien porque mi forma de afrontar los problemas fue huir, pero al menos me di una dosis de paz mental después de hablar con mi jefe, que al contrario de despedirme me garantizó licencia. Los únicos que saben que estoy acá son mis viejos, que me dejaron quedarme en la casa de campo durante el tiempo que necesitase. Estoy agradecida por eso y porque pudieron darme mi espacio, pensé que iban a venir a verme pensando que no podía estar sola pero no, respetaron mucho mi decisión. Le iba a avisar a Oriana también, aunque después de la discusión que tuvimos decidí no escribirle más.

Al final no sé si me siento bien acá porque considero que ahora estoy sola en el mundo, o porque no sé nada de Enzo desde que lo escuché dando la nota. Varias veces me picó la curiosidad de querer prender el celular para ver si su compromiso avanzó, tuve que contenerme mucho para no hacerlo.

Aunque creo que hoy es un buen momento para ver si las aguas se calmaron un poco. Me siento un poco más preparada para afrontar los comentarios o lo que me pueda llegar a encontrar.

Tomo un poco de aire y lo dejo salir antes de confirmarme a mí misma que puedo hacer esto. Me saco los lentes de sol para dejarlos sobre la reposera de al lado y me pongo de pie en dirección a la habitación donde estuve durmiendo el último mes. Las escaleras se hacen eternas de la leve ansiedad que me genera ver las redes sociales. No espero tener mensajes porque me aseguré de bloquear a Enzo, Lisandro y, aunque dolió, también a Oriana y Paulo. Me anticipé al hecho de encender el celular y que se me llene de notificaciones de parte de esas personas.

Una vez en la habitación me acerco al placard para sacar la caja donde lo guardé, me sorprendió lo fuerte que fue mi voluntad para no acercarme a la caja durante este tiempo. Con el celular en mis manos, vuelvo a guardar lo que saqué y bajo hasta la piscina de nuevo. Esta vez no me siento en la reposera, prefiero caminar hasta la hamaca que colgué entre los árboles y estar bajo la sombra sin derretirme.

Tengo varias notificaciones de Instagram, WhatsApp, Twitter y Tiktok, que lo usé una vez en mi vida. Me escribieron un montón de personas que querían hacerme notas o buscaban una versión mía de cómo fueron las cosas. También me escribieron colegas para mandarme ánimos, amigos que no veo hace años y familia. Fuera de la gente que conozco también tengo otras notificaciones, miles de solicitudes de mensajes en Instagram que no me animo a revisar. Me armo de valor para abrir una y, por suerte, es deseandome cosas buenas. También tengo DM's de Enzo, que al bloquear su número se tuvo que rebuscar para escribirme. Paulo, Oriana y Lisandro hicieron lo mismo. Aunque sospecho que Oriana fue quien me escribió desde su cuenta y la de su marido para probar suerte.

Intento ignorar esos mensajes, todavía no quiero hablar con ninguno, por lo que salgo de la aplicación para entrar a Twitter. Casi no me aparece nada del tema hasta que busco en mis menciones y en el hashtag que habían usado la otra vez para hablar del tema. Me sorprende ver que, la nota en la que habló Enzo, dio como resultado que nos bancaran por cómo habló de mí, hay muchas personas que romantizaron el hecho de que nos conocíamos desde los doce y que afirman que lo nuestro es especial. Respecto al tema de Lisandro, no lo mataron con las críticas, pero lo comparan con Mac Allister y a mí con mi amiga, Cami Mayan.

Lado a Lado | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora