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Maratón 2/3 ♡

2014

Antes de pasar al salón, me acomodo la chomba que me puso mi vieja. Es una secundaria pública, pero según ella tenía que venir presentable.

Lo primero que veo cuandro cruzo la puerta es a una morocha recostada sobre la mesa, el resto del aula está en la suya, pero ella duerme.

El resto de los lugares están todos ocupados, así que me siento al lado de ella siendo cuidadoso para no despertarla. Aunque no me sale bien porque termino enganchando la mochila en la puerta y la cierro de un golpazo que hasta la profe me mira.

Me acomodo la visera y paso al lugar vacío, la morocha ya se levantó y parece re en una. Fua, a cara lavada es hermosa. Encima morocha de ojos celestes, siempre son rubias las que son así.

—¿Qué mirás? —me pregunta sacándose los auriculares. Ah, lo linda lo compensa con ser cara de orto.

—¿Qué te importa, fantasma? —le digo sacando la carpeta de la mochila, le devuelvo la cara de orto.

Chasquea la lengua y suspira. Tiene unas ojeras, parece que ni durmió. Capaz por eso es mala onda.

Ni me responde, igual la profe empieza a presentarse y hablar de la clase así que ni cabida. Nos manda a sacar el libro de matemática y le hago caso, yo tengo el mío porque mi hermano venía a esta secu y le quedó. Herencia familiar.

—¿Qué libro, profe? —pregunta la morocha, se ve que está re en una.

—El que tenían que traer para hoy —le responde así nomás y se sienta.

La morocha resopla, veo que mira mi libro y después de un ratito se vuelve a poner los auriculares. Parece que me estaba por hablar y al final no dice nada, capaz que si lo estiro un poco para su lado lo llega a ver.

—¿Querés verlo conmigo? —le toco el brazo y me mira con una ceja arriba.

—¿Qué querés a cambio?

—Nada, te la tiro de buena onda nomás. Si no querés fue, manejate —la miro mal.

Achina los ojos y después suaviza la cara acercándose a mí con su silla.

—Perdón, casi ni dormí anoche y tener sueño me pone re mal —me cuenta guardando los auris en la cartuchera y después vuelve a mirar mi libro. Como no le respondo vuelve a hablar. —En realidad ya sabía que usábamos un libro, pero a mi viejo no le alcanzó para comprarmelo. Gracias por compartirme el tuyo aunque te traté mal —eleva las comisuras de los labios. Es la sonrisa más triste que vi en mi vida, no sabía que se podía sonreír triste. Igual lo que me contó fue demasiada información, re personal.

Uh, me hizo sentir re mal. Ella empezó mala onda pero ahora la entiendo. Yo a veces también duermo mal por entrenar y estudiar, o por levantarme temprano para cebarle mates a mi viejo antes de que se vaya a trabajar.

—No te hagas problema, estamos en la misma —le sonrío.

—Pero vos tenés el libro —lo señala ladeando la cabeza.

Me río. —Ah, sí, lo decía por lo del sueño. Unas ganas de estar en mi casa durmiendo.

Se ríe y asiente, ahora está más animada que hace un ratito. Es mucho más hermosa cuando sonríe, creo que nunca había visto una chica así. Debe tener varios loros atrás, fija.

Lado a Lado | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora