Maratón 3/3 ♡
Me levanté con la cara hinchada de tanto llorar, pero me quedé dormida abrazada por Enzo así que no estuvo tan mal. Anoche hablamos todo lo que no nos pudimos decir en estos años, y entre eso terminé enojada con Oriana, pero todavía no tengo ganas de llamarla para ver qué me tiene que decir. Estoy demasiado contenta con la charla que tuvimos anoche con Enzo para amargarme, siento que pudimos volver a ser nosotros, los dos pibitos que se caminaban todo hasta el club mientras reflexionaban de la vida. No sé en qué momento perdimos eso, pero definitivamente anoche me sentí más cerca de eso que teníamos.
Incluso hoy me madrugué para hacerle un desayuno especial, por las veces que lo puteé en estos años. Si bien no va a pasar nada más entre nosotros, al menos ahora sabemos más de lo que sintió el otro aquel año.
El desayuno también es porque hoy ya me tengo que ir, mañana vuelve Lisandro y tengo que estar allá para que no flashe cualquiera, aunque si lo hace probablemente tenga razón.
Esta semana que pasé con Enzo fue increíble, me sentí más cerca de casa, de lo que era yo antes de cambiar. Si bien cambié para bien, me dio un poco de nostalgia acordarme de la Candela adolescente.
Saco una bandejita plateada de la alacena y, sobre esta, pongo dos tazas de café, una pastafrola de dulce de leche y dos sanguchitos de medialuna. Somos nosotros con esto, dos gordos muertos de hambre por lo agridulce.
La llevo con cuidado hasta la mesa del comedor para dejarlo ahí antes de llamar a Enzo. Creo que ya se despertó porque hace un rato escuché la puerta del patio, pero como no vino para la cocina sigue siendo una sorpresa el desayuno.
Me pongo su campera gigante y salgo al patio media cagada de frío, son las últimas nevadas de la temporada así que anoche cayó terrible tormenta y dejó temperaturas bajo cero.
Lo encuentro afuera, está hablando por teléfono medio sonriente, parece una videollamada. No me acerco a él para no ser una metida, así que intento volver adentro sigilosamente pero me ve.
—Vieja, mirá quién está acá —sonríe y me hace un gesto para que vaya.
La dudo un montón en acercarme, no vaya a ser que sea alguien famoso y termine escrachada por todos lados por infiel y desarreglada.
Es un alivio que en la pantalla solo se ve a Mariela, la mamá de Enzo. Hace años no la veía, qué raro se siente. Está más grande, más canosa y lo más importante, no me sonríe como lo hacía hace años cuando llegaba a su casa.
—¿Candela? —se acerca más a la cámara como si le diera una mejor vista de mí. —¿Qué haces ahí vos? —su tono es de sorpresa, pero de una sorpresa rara. Sé que intenta disimularlo con una sonrisa, pero la conozco.
Levanto la mano y la muevo en forma de saludo, devolviendole la sonrisa. —Hola, Mariela. ¿Todo bien?
—Bien, bien, por suerte...—hace una pausa bastante obvia. —¿Y Valentina? —pregunta sin muchas vueltas, volviendo todo el doble de incómodo de lo que ya era.
No entiendo su actitud, ni por qué no se alegra de verme después de que prácticamente me vio crecer con Enzo. Además, cuando vivía allá y todavía hablaba con él, me la pasaba en su casa tomando mates con ella. Se siente raro esa especie de ¿desprecio? No sé si esa sea la palabra, pero por ahí debe andar porque por lo que me contó Enzo su viejo no está de acuerdo con mi presencia en su vida, así que capaz Mariela piensa lo mismo.
Y, hablando de eso, sigo sin entender qué mal puedo hacerle yo a Enzo. Quiero decir, en el tiempo en que estuvimos juntos creo que solo lo vi llorar cuando le dije que necesitaba pensarlo antes de decirle si queria ser o no su novia. Pero fuera de eso, creo que la que más la sufrió fui yo.
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Lado a Lado | Enzo Fernández
FanfictionCandela va al casamiento de Ori y Paulo sin esperar encontrarse con Enzo, el morocho por el que se moría de pendeja. Solo que ahora todo es diferente a cuando vivían en el barrio. Enzo Fernández • Licha Martínez © Prohibida la copia y/o adaptación d...