8 Matthew

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Cuando llego al restaurante, como siempre, veo que el aparcamiento está a rebosar, no importa la hora que sea. Aparco mi moto y aseguro mi casco a ella. Me encamino hacia la puerta y reparo en un precioso biplaza blanco que hay aparcado allí.

¡Menudo pepinorro!

Una vez que entro en el local, el olor a hamburguesa y a pizza me retuerce el estómago.

¡Ufff..., qué ricoooooo!

Miro a mi alrededor. Este legendario local, lleno de luz y vida, me hace sonreir, y acercándome a la barra espero mi turno. Luego pido una hamburguesa doble con queso y kétchup, aros de cebolla y patatas. Tengo un hambre voraz. El empleado me toma el pedido, me cobra y me indica que me siente, que ellos me lo llevarán a la mesa.

Por los altavoces del local suena la canción paper cuts, y la tarareo mientras me encamino hacia una mesa. En cuanto me siento miro de nuevo a mi alrededor.

A diferencia de la fiesta de la que vengo, aquí la gente es como yo. Gente de a pie que se come una hamburguesa sin pensar en las calorías que se van a meter en el cuerpo. Aquí no hay estrellitas ni mocatrices deseosas de llamar la atención.

De pronto oigo un estruendo y, al volverme, veo a una chica en el suelo. «¡Ay, pobre!» Rápidamente, otro chico y yo corremos a ayudarla. Es una de las camareras, que parece ser que ha pisado algo, ha resbalado y se ha caído. Pobrecita, qué leñazo se ha dado.

El chico y yo la acompañamos a la cocina, donde de inmediato, unos señores, que sé que son las dueños, van a atenderla. Cuando me dispongo a salir de nuevo, al darme la vuelta mis ojos reparan en un tipo que sentado a una mesita junto a la pared, mira su telefono móvil mientras se come una hamburguesa.

Joder... No.... ¡no puede ser!
Pero... pero... ¿qué hace aquí el bomboncito? Y ¿por qué está metido en la cocina comiendo?

Lo observo boquiabierto durante unos instantes hasta que la dueña nos agradece la ayuda y nos indica que, por favor, salgamos de la cocina. Obedientemente, el otro chico y yo lo hacemos.

De vuelta en el salón del restaurante mi estómago se retuerce de nuevo. Pero esta vez no de hambre, sino de nervios.
¿Por qué tengo que volver a encontrarme con ese tipo?
Pero ¿qué narices me pasa? ¿Desde cuándo ver a un tío me pone tan nervioso?

Sin saber qué hacer, me siento a la primera mesa para observar.
Desde ella, cada vez que abren la puerta los camareros para llevar un pedido, veo a Jiwoong, y luego observo que los dueños del local se sientan con él y los tres charlan divertidos.

Vale, serán amigos. Ahora entiendo por qué está ahí.

Uno de los camareros me trae mi pedido. Con una sonrisa se lo agradezco y comienzo a devorarlo mientras mi lado observador está pendiente de ver si alguien más se sienta con Jiwoong y los dueños. Pero no, el tiempo pasa y siguen solo los tres.

¿En serio ha venido solo? Mientras me como mi hamburguesa pienso en que es la tercera Vez que el destino lo pone frente a mí. Eso me hace recordar la historia de mis padres. Me río. Y como soy igual que mi padre, en Este instante tomo la decisión de conocerlo si o si. Es más, recuerdo que me he prometido a mi mismo que si lo volvía a ver lo besaba y, oye, yo cumplo mis promesas.

¡Decidido!

Me acabo la hamburguesa y sigo pendiente de mi objetivo. Jiwoong vuelve a mirar su telefono móvil tranquilamente y, pasado un rato, se levanta. Pero la puerta se cierra.

¡Mierda!

Por ello, y sin dudarlo, me acerco a la puerta de la cocina y la entreabro. Veo que aquel se despide de los dueños y estos caminan con él hacia la entrada trasera. A toda prisa salgo del local y busco esa puerta. Sin mucho problema la localizo y entonces veo que Jiwoong sale por ella.

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora