45 Matthew

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El viaje entre Jiwoong y yo es terriblemente tenso. Eso sí, el avioncito privado del director es la leche. Desde luego, se ve donde hay dinero.

Tras salir del aeropuerto de Venecia nos sentamos cada uno en un sillón bien separados uno del otro y ninguno ha abierto la boca en todo el rato que ha pasado. Él está muy enfadado y yo también, aunque en mi caso reconozco que ya me voy relajando.

Lo miro de reojo. Jiwoong está consultando algo en su iPad y, por cómo tiene fruncido el entrecejo, intuyo que él no se está relajando en absoluto.
Pero, vamos a ver..., con lo bonito que ha sido para nosotros Venecia, ¿cómo podemos estar así?

No, me niego. Me niego a que sigamos de mal rollo. Así pues, levantándome de mi asiento me acomodo frente a él y pregunto:

¿Podemos hablar?

—No.

Venga, hombree...

—Matthew, ahora no.

Me da igual lo que digas, tenemos que hablar —insisto.

Él levanta la cabeza para mirarme y replica sin soltar su iPad:

Cuando me enfado necesito mi espacio y mi tiempo. Así que, por favor, respeta lo que te estoy diciendo y no lo empeoremos más.

Lo miro, y él me mira a mí. Yo también necesito mi tiempo cuando me enfado.

Oído —indico tomando aire.

Dicho esto, me espachurro en el sillón. No voy a hablarle, no voy a presionarlo, pero tampoco pienso levantarme de ahí. Me niego.

Pasa una hora. Hemos estado en completo silencio todo este rato, pero entonces veo que Jiwoong deja su iPad sobre la mesita y, mirándome con ese gesto serio que me pone como una moto, dice:

Tú dirás.

¡Bien! ¡Parece ser que ya podemos hablar!

Sonrío. No sonríe. Me muevo. No se mueve. Me rasco el brazo.
No se rasca, y finalmente, sin saber cómo afrontar el tema, digo:

No quiero que sigamos enfadados. Lo que hemos vivido en Venecia ha sido tan real y bonito que, ¡joder, Jiwoong!, no me gustaría que mis primeras vacaciones en diez años acabaran así, y menos aún estando contigo.

Él no se mueve. Solo me mira. No sé si el tío respira siquiera, pero insisto:

Sé lo que te prometí. Sé que te dije que no pondría mi vida en peligro innecesariamente y, ¡vale!; aunque entiendo que tú puedas verlo de ese modo, créeme cuando te digo que para mí no es eso.

No contesta. Sigue mirándome. Y continúo nervioso:

Poner mi vida en peligro será decirle a mi padre que me he enamorado de un hombre que es director, guionista y productor de cine, que es hijo de la famosísima actriz Kim hyojoo y de un hombre que odia el ejército... ¡Eso sí que será poner mi vida en peligro!

Según digo eso, noto un cambio en sus ojos. Su mirada se suaviza. Creo que voy por buen camino, por lo que añado:

Y aunque sigas enfadado conmigo y no me hables, e incluso te estés planteando dejar lo que empezamos porque nos dio un ramalazo de locura en Venecia, quiero que sepas que, si pudiera repetir este viaje contigo, lo repetiría paso por paso, sin saltarme ni uno solo, aunque siempre llegáramos a este final.

Jiwoong sigue sin decir nada. El tío es duro de roer.

Me levanto para cambiarme de asiento, pero entonces me coge la mano, tira de ella, me sienta sobre sus piernas y murmura:

¿Sabes que estoy total y completamente enamorado de ti?

¡Oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Ya ha vuelto el Jiwoong romántico!

Tú y yo nos vamos a ir de vacaciones mil veces —añade a continuación— tú y yo, cariño, siempre que nuestros trabajos nos lo permitan, vamos a hacer cientos de cosas en esta vida. Y en lo referente a tu padre o al mío, déjamelos a mi. Nadie es tan malo como aparenta, ni tan bueno como se comenta, Generalizar no suele ser algo muy acertado, y quizá haya llegado el momento de que el almirante Kim pierda su aprensión a la gente del cine y mi padre acepte que en la vida se puede decir «joder» y se puede ser militar. Y si no lo aceptan, ¡allá ellos! Pero tú y yo no vamos a dejar de vivir lo que estamos viviendo por lo que ellos piensen, ¿entendido?

Sonrío divertido. Jiwoong me da entonces un dulce beso en los labios que me sabe a pura vida y prosigue:

No me vas a perder de vista así como así. Te quiero, sé que me quieres, y valoro nuestra magia. Y en cuanto a Venecia, yo también repetiría paso por paso lo vivido, porque te aseguro, cariño, que han sido los mejores días de los últimos años de mi vida.

Oír eso me emociona; lo que tengo con Jiwoong es real, tremendamente real.

Tras darnos un maravilloso y ansiado beso, cuando nos separamos susurra:

Recuerda, cariño, yo también te hago el amor con garantía: polvo que no te guste te lo repito.

Eso me hace reír a carcajadas. Cuando se suelta, ¡Jiwoong es un cachondo! Y acto seguido agrega:

Piedra, papel... o me besas.

Ese juego nuestro hace que nos besemos muchas veces a lo largo del día, y por supuesto que nos besamos, ¡faltaría más!

Lo que no sé es cómo voy a afrontar el día a día una vez que lleguemos a destino, sin poder tocarte ni besarte... — comenta después—. Me inquieta saber que te voy a tener cerca, pero que hemos de disimular porque tú lo quieres así y...

Lo beso, acallándolo. Eso que lo inquieta a él me inquieta también a mí.

Sé que mi hermano y su equipo también se alojan en el Parador —digo al cabo. Jiwoong asiente y, sonriendo, cuchicheo-; Entonces, tranquilo, porque alguna noche buscaré la forma de visitarte.

Él cabecea complacido.

Pero hoy tú llegarás por tu lado y yo por el mío —continúo-. Le he mandado un mensaje a Hanbin antes de salir de Venecia. Le he dicho que había encontrado un vuelo y que esta noche nos veríamos allí.

Le vuelve a cambiar la cara. Eso de que vayamos por separado al Parador no le hace mucha gracia.

Y recuerda —insisto—, esto es entre Jiwoong y matthew. Solo nos concierne a nosotros dos.

Él finalmente afirma con la cabeza, vuelve a estar de acuerdo conmigo. Y ya no nos separamos ni un segundo hasta llegar al aeropuerto de Madrid, donde nos reciben Jackson y Bambam.

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Sin comentarios jejeje 😅 creo que no será la primera ni la última vez que choquen... 😏

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora