40 Jiwoong

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En nuestro quinto día en Venecia nos movemos por la ciudad como si viviéramos aquí. Ya no necesitamos un mapa ni el GPS del móvil, sino que Matt y yo caminamos con tranquilidad por sus calles descubriendo sitios juntos, y me encanta. Reconozco que adoro la sensación de libertad que tengo en este instante.

Tras visitar la base aérea con Matt y conocer a sus compañeros, ahora lo entiendo mejor. Haberlo visto en su ambiente y cómo se desenvolvía entre los aviones y con su gente me ha hecho conocer a otro Matt que cada día me gusta más, pero que al mismo tiempo me preocupa.

Dentro de mí se ha generado una corriente rara que me hace querer que el renuncie a salir de misión, a jugarse la vida. Sin embargo, sé que pedírselo es un error. Matt ya me ha dejado claro que su oficio es algo que el y solo el maneja, y lo acepto y lo respeto. Cada persona es un ser independiente, pero, ¡joder!, me preocupa que le pueda pasar algo. Eso no deja de darme vueltas en la cabeza.

Hoy hace un sol maravilloso y estamos en la terraza del hotel, la misma en la que me declaré. Estamos sentados a una mesa, tomándonos la bebida veneciana por excelencia, cuando Matt me mira y comenta dejando el periódico sobre la mesa:

Está muy rico el spritz, ¿verdad?

—digo.

¿Sabes qué lleva?

Asiento, claro que lo sé.

Hielo, soda, vino blanco seco y Aperol o Campari recito.

El cabecea y murmura poniéndose las gafas de sol:

Siempre puedes preguntarme a mí.

Espero no olvidarlo para cuando llegue a Seúl.

Matt sonrie y afirma mientras levanta la cara para que le dé el sol:

-También es verdad.

Sonrío.

¿Sigues pensando en regresar a España en moto? —pregunto yo a continuación.

El asiente sin mirarme.

¿Por qué no te vienes conmigo en mi jet? —insisto.

Porque quiero conducir hasta allí.

Resoplo. Que regrese solo en su moto me angustia. Yo debo volver a España e ir a Sigüenza para comenzar el rodaje.

Tu moto viajaría con nosotros en el jet... —añado—. Piénsalo.

Ya está pensado. No insistas —repone con convicción—. Volveré en mi moto. Y, una vez allí, tomaré mi vuelo a Seúl.

Me callo. ¡Qué cabezota es!

No hemos vuelto a hablar sobre lo que vamos a hacer. ¿Cómo vamos a encarar la relación que estamos comenzando? Es como si el quisiera evitar esa conversación.

Cuando regreses a Seúl, ya hablaremos —agrega.

Según lo oigo, lo miro. ¿Es que acaso me lee el pensamiento?

Matt sonríe. Dios, cómo sonríe.

¿Qué te apetece hacer hoy? —pregunta para dejar de hablar del tema.

Lo que tú quieras —respondo.

El se quita de nuevo las gafas de sol y murmura sin dejar de sonreir:

Pues que sepas que hoy tengo el día consumista.

¿Ah, sí?

—dice.

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora