Con cautela, abro la puerta y me quedo boquiabierto al ver a Jiwoong frente a mí, sentado ante una mesa de granito blanco con dos cócteles de color amarillento y varias velas encendidas a su alrededor.«¡¿Cómo?! ¿Qué está haciendo aquí?»
Mi estómago se rearma y dentro de mí se disparan todas las alarmas. ¡Madre míaaaaa!
Lo miro. Me sonríe. Está guapo, no..., lo siguiente, vestido todo de blanco, mientras yo voy hecha un purito desastre, ya que me he puesto lo primero que he pillado.
Sonrío apurado. El sonríe a su vez y parece complacido. Y cuando cierro la puerta se levanta con galantería, se acerca a mí y, entregándome una de las copas, dice:
—Este cóctel fue creado hacia el final de la Segunda Guerra Mundial en el legendario Harry's Bar de aquí, de Venecia, por Giuseppe Cipriani. Un lugar al que, por cierto, te llevaré si me lo permites. El cóctel debe su nombre al fanatismo de Cipriani por las obras del pintor veneciano del siglo xv Giovanni Bellini...
Estoy en shock. No me estoy enterando de nada de lo que cuenta.
¿Quién es Cipriani? ¿Quién es Bellini? ¿Adónde me va a llevar? ¿Me está vacilando? Pero, sobre todo, ¿qué hace Jiwoong aquí?
—El bellini está hecho con dos partes de prosecco -prosigue él—, vino espumoso, cava o champán muy frío y una parte de puré de melocotón blanco o, en su defecto, zumo de melocotón.
—Vaya... —murmuro totalmente desconcertado.
Jiwoong sonríe, creo que se ríe de mi cara de confusión, y añade:
—Como curiosidad también has de saber que personajes célebres del cine estadounidense fueron grandes clientes del Harry's Bar y consumidores de este original y estupendo cóctel.
Vuelvo a asentir. ¡Joder, parezco medio tonto!
El hace chocar entonces su copa contra la mía y dice:
—Pruébalo.
Sin dudarlo me llevo el cóctel a los labios y lo pruebo sin dejar de mirarlo. El sabor dulce del melocotón y el vino me recorre el paladar, y cuando trago y siento que se me van a salir por la boca los misiles del estómago, oigo que Jiwoong susurra:
—Ahora, por favor, si deseas que te bese, deja el cóctel sobre la mesa, porque no puedo esperar un segundo más para hacerlo..., pero solo si tú quieres.
«Sí..., sí..., sí... ¡Quiero! ¡Quiero!»
Estoy como él. La impaciencia y el deseo me pueden. Dejamos nuestras copas sobre la mesa y nos besamos sin dudarlo.
Joder..., joder..., joder, cómo nos besamos, cómo nos devoramos, cómo nos abrazamos. Y cuando nuestro caliente y ardoroso beso acaba porque si no respiramos, moriremos, murmura:
—No sabes las ganas que tenía de verte.
Uf..., que me da. ¡En serio que me da! Sin poder evitarlo musito:
—Dios, miedito me das...
Según digo eso él sonrie y cuchichea:
—¿Tú no sabes que si hay que perderle el miedo a algo, que sea al miedo?
Oír esa frase..., esa frase que es tan importante para mí, me hace parpadear.
—Tu hermano Hanbin me dijo que repetías esa frase a menudo
teniente, piérdele el miedo al miedo. —aclara Jiwoong —, y luego recordé que la llevas tatuada. Por tanto
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Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG
FanfictionMatthew, ama su trabajo, pero por experiencia sabe que si tiene pareja puede hacerlo sufrir. Jiwoong, el cual después de la muerte de su esposa se cerró en banda al amor. El destino los unirá, y aunque son muy diferentes se atraerán de tal manera q...