Salto de la cama y me tiro al suelo mientras me cubro la cabeza con las dos manos. Instantes después me despierto sobresaltado, acelerado y sudando. ¡Joderrrrrr, otra vez!Estoy temblando, como siempre que me pasa esto, no puedo parar de hacerlo durante un rato a causa de lo que acabo de soñar.
Miro mis manos y observo su tembleque sin poder evitarlo. Pasados unos minutos en los que respiro e inspiro como me indicó el médico, miro a mi alrededor y soy consciente de dónde estoy. Es el apartamento que mis padres tienen en Seúl, no el mercado de Soryong-dong, en Corea del Norte.
¿Se cerrará algún día esa herida?
Me levanto del suelo y, consciente de que el temblor ha cesado, voy directo a beber agua. Me muero de sed.
Mientras lo hago miro mi teléfono móvil. Tengo un mensaje de Choi yujin, la mujer de mi compañero Gunwook. Me da las gracias una vez más y me repite que está ahí para lo que necesite.
Sonrío. Sé que lo dice de corazón. Gunwook, su marido, le contó lo sucedido en el Océano Pacífico, cuando fuimos con nuestro escuadrón a apoyar un rescate para recuperar uno de nuestros barcos.Aquel día hice mi trabajo, como lo hizo Gunwook. Pero al ver que la vida de mi amigo y compañero estaba en peligro, y que o hacía algo rápido o aquello terminaría en tragedia, no lo pensé dos veces. Y, tras ordenar a mi escuadrón que regresara al portaaviones, desobedeciendo las órdenes recibidas por radio, me acerqué más de lo que debía al caza norteño y eso provocó que los chorros de propulsión se cruzaran.
Mi acción hizo que los dos aviones, el norteño y el mío, entraran en barrena y perdieran la trayectoria y el control. Como pude, vi que Gunwook estaba bien. Le había quitado al norteño de encima. Pero por radio lo oía gritarme que saliera del caza «¡ya!, ¡ya!, ¡ya! ¡Eyección!». En todo momento supe que debía hacerlo. Era lo que tocaba. Después vendrían las explicaciones, las broncas, las investigaciones y las amonestaciones. Y, sin dar mi brazo a torcer, intenté hacerme con el control de mi caza; de mi Lobo, pues así era como lo llamaba, ya que llevábamos juntos diez años. Él era mi amor, mi F-35. Sin embargo, al ver que me resultaba imposible hacerme con el, con todo el dolor de mi corazón pulsé el botón de eyectar y salí disparado antes de que mi Lobo se estrellara.Por suerte no me hice nada grave, a excepción de algunas contusiones por el golpe que recibí al caer en el océano. Poco después fui localizado por un helicóptero de rescate que me llevó al portaaviones, donde me esperaba una buena.
Cuando bajé del helicóptero mi escuadrón vino a abrazarme.
Todos estaban felices de que estuviera vivo; el que más, Gunwook, que rompió a llorar mientras me abrazaba. Yo también lloré. Solo nosotros entendemos ese abrazo, ese sentimiento, y por qué hice lo que hice. Es más, sin necesidad de hablarlo sé que él habría hecho lo mismo por mí.
No obstante, y a pesar de que me escucharon, mis superiores no aceptaron mi decisión. Había desobedecido órdenes y eso había conllevado perder un caza de incalculable valor económico, por lo que me suspendieron durante dos meses y estuve pendiente de investigación y valoración. Lo que había hecho era una locura. Una osadía. Un error. Aun así, yo volvería a hacerlo. Era eso o que Gunwook muriera, y esto último nunca lo habría permitido.
Después de esos dos meses, tras la investigación pertinente, un consejo militar valoró mis actos y se pudo comprobar que fue el caza norteño quien la cagó al armar inicialmente sus misiles contra el avión de Gunwook. Mi hoja de servicio era buena, a excepción de alguna que otra amonestación. Se reunieron conmigo infinidad de mandos. Algunos me alababan por mi empuje y valor; otros no. En esas reuniones me informaron de que, tras diez años pilotando un caza de guerra y habiendo recibido varias condecoraciones al valor, podía seguir en mi cargo u optar a un puesto de instructor en la base aérea de Seúl. La noticia me desconcertó. Ser instructor era algo que me atraía, pero siempre había estado metido en misiones. ¿Podría vivir sin la adrenalina a la que estaba acostumbrado?
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Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG
Fiksi PenggemarMatthew, ama su trabajo, pero por experiencia sabe que si tiene pareja puede hacerlo sufrir. Jiwoong, el cual después de la muerte de su esposa se cerró en banda al amor. El destino los unirá, y aunque son muy diferentes se atraerán de tal manera q...