AGRIDULCE

2.2K 293 44
                                    


Namjoon volvió con un par de botellas y las repartió por la mesa, reservando una de vino tinto para dejarla a nuestro lado. Se sentó, todavía con una ligera sonrisa en los labios, y se ofreció a llenarme la copa.

—Como profesional en medicina no sabría qué decirte —reconoció mientras me servía el vino—, pero como ser humano la idea de tu hermana me aterra.

—Da más miedo cuando te lo explica ella —le aseguré, dándole las gracias por lo bajo por haber tenido el detalle de llenarme la mitad de la copa.

—Yo lo pasé un poco mal en la adolescencia —continuó, sirviéndose ahora a sí mismo—, pero nunca pensé en castrar a nadie.

—¿En serio? —me sorprendió—. Yo lo pensé un par de veces.

Namjoon dejó la botella a un lado con una ligera sonrisa y cogió la copa. Levantó una ceja con la mirada puesta en la mesa y ladeó un poco la cabeza como si le diera vueltas a la idea.

—¿También se reían de ti de joven? —me preguntó antes de beber un trago.

—No, no mucho, la verdad. Tuve una adolescencia bastante normal.

—Yo ya medía un metro setenta a los quince años —me dijo él, perdiendo la sonrisa para apretar los labios—, era un gigante gafotas, con acné y pegado a sus libros.

Aspiré aire entre los dientes y entrecerré un poco los ojos.

—Eras carne de cañón —reconocí.

—Sí... sí que lo era —murmuró en voz más baja, dejando su copa a un lado y quedándose en silencio.

—Pero ahora eres un cirujano de éxito y un hombre muy atractivo —le dije yo, para animarle un poco—. Es la historia de superación personal que todos adoran oír.

Namjoon levantó la mirada hacia mí y le dio un par de vueltas a su tenedor sobre la mesa antes de sonreír un poco y responder:

—Sí, puede ser.

—Jimin—me llamó una voz al otro lado de la mesa. La señora Kim agitó la mano en el aire mientras ponía un plato de entrantes frente a su marido, Jung Kook y el padre de los Jeon—. ¿Sacaste tú las fotos de Jung Kook?

—¿Perdón? —tuve que preguntarle, porque no tenía claro de a qué se refería.

—Las fotos de las redes sociales de Jung Kook.

—Ah —asentí—, sí, algunas las saqué yo.

—Son muy divertidas —sonrió ella, dedicando también una mirada a Jung Kook—. Me encantó la de navidad con los gorritos.

Sonreí y asentí, aunque no sabía que la señora Kim siguiera a Jung Kook en las redes sociales. Ella no era lo que el señor Lee denominaba «público objetivo».

—Fue idea de Jimin—le explicó Jung Kook con su sonrisa de un millón de dólares—. Como Santa Claus y su duende ayudante.

Todos se rieron un poco, los Jeon más que nadie. La señora Kim se acercó a nosotros para dejar la última bandeja de entrantes a nuestro lado y sentarse frente a la señora Jeon.

—A Namjoon le gustó más en la que salías con ese abrigo puesto tan grande. —Miré de vuelta a Namjoon, que mantenía la cabeza gacha, como si estuviera planteándose seriamente pedirle al universo que se lo tragara vivo—. Le pareció muy diver...

—Mamá —la interrumpió con una mirada seria.

La señora Kim entendió que se estaba pasando un poco ya con su acoso y derribo sobre nosotros, así que perdió un poco la sonrisa y se disculpó en voz baja antes de girarse hacia la señora Jeon para invitarla a probar los huevos rellenos de la bandeja. Namjoon mantuvo la mirada en su plato un momento, cogió una bocanada de aire y me miró a los ojos para decir:

El AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora