UN VIAJE AL PASADO

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Colinas verdes, así describían muchos la parte rural de Corea; pero no era cierto, también había un montón de lagos, ríos, ovejas y árboles. El cielo estaba gris cenizo y a veces arrojaba una lluvia fina y blanca que se revolvía un poco en el viento y llenaba los cristales de puntitos claros que el limpia parabrisas arrastraba de un lado a otro, y aquel era el único sonido que interrumpía el profundo silencio del coche. Jung Kook estaba enfadado y frustrado y casi se podía sentir una nube oscura y fría flotando a su alrededor. Miraba fijamente la carretera y tensaba la mandíbula más fuerte en ocasiones, como si de pronto recordara algo y se disgustara un poco más.

Nos detuvimos para dejar pasar un viejo volvo azul antes de cruzar el puente. Las carreteras eran muchas veces demasiado estrechas para que dos coches pasaran a la vez, así que uno tenía que detenerse a un lado y permitir al otro pasar. Aproveché aquel momento para mirar fijamente al Señor Jeon. Había decidido dejarle un poco de tiempo para que se tranquilizara, pero no parecía estar funcionando como yo me esperaba.

—Jung Kook —murmuré, poniendo una mano en su pierna para acariciarle—. No le des más vueltas. No vale la pena.

El Señor Jeon tardó un par de segundos en girar el rostro hacia mí.

—No tiene sentido que a tu padre no le guste que tenga dinero, Jimin.

Apreté los labios y seguí acariciándole. El Señor Jeon no entendía a mi padre, quizá porque era muy diferente a la clase de personas con las que Jung Kook se había relacionado a lo largo de su vida.

—Mi padre fue comunista en su juventud —le expliqué—, tiene este concepto de que las personas con dinero son todas crueles y descorazonadas, que no entienden lo que es el trabajo duro ni comprenden a los demás ni sus problemas.

Jung Kook abrió un poco más los ojos y puso una leve expresión de desprecio.

—Comunista... —dijo en voz lenta y baja, como si se tratara de alguna palabra tabú—. Tú padre es comunista, Jimin...

—Lo fue —le corregí antes de que lo llevara al extremo. Había tratado de mantener aquello en secreto el mayor tiempo posible porque, bueno, podía imaginarme lo que pensaría Jung Kook sobre eso—. Ahora no es tan radical, pero sigue siendo bastante socialista e... intransigente algunas veces.

—Ahora entiendo muchas cosas —continuó murmurando con aquel tono duro.

—No es para tanto, Jung Kook —respondí, tratando de quitarle peso al asunto con un apretón de la mano en su pierna y un leve encogimiento de hombros—. Sabes que yo también soy bastante socialista —sonreí.

Sin embargo, la expresión de desprecio y enfado del Señor Jeon se intensificó.

—¿Ahora tú también odias que sea millonario, Jimin?, ¿eso te molesta?

—No, no es eso. Yo...

—No te quejas cuando te compro todo lo que quieres y te llevo de viaje por Francia —me interrumpió.

Le miré en silencio, a sus ojos del azul del mar inundados con una extraña mezcla de dolor y enfado. Aparté la mano de su pierna y la puse en el volante antes de mirar al frente y arrancar el coche para seguir conduciendo. Cuando el Señor Jeon se ponía de aquella manera, era mejor dejarlo pasar, porque si entraba en su juego, acabaríamos discutiendo a gritos.

—Mírame, Jimin—ordenó él.

—Estoy conduciendo —respondí en voz baja.

—He dicho que me mires...

Cerré un momento los ojos y tomé una bocanada de aire.

—Falta poco para llegar a...

—¡Qué me mires! —rugió, golpeando el salpicadero con violencia.

El AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora