LA ENTREVISTA CON EL DIABLO

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Cuando recibí la llamada para acudir a una entrevista de trabajo, nunca pensé que mi vida cambiaría por completo. Simplemente, tomé nota del día, la hora y pregunté:

—¿Cómo han encontrado mi número? No les he dado ningún currículum.

Pero la mujer no respondió a eso. Me repitió el lugar, la fecha y la hora y me colgó. No me importó demasiado, era una entrevista para una de las empresas más prometedoras, según la lista de la revista TIME. Su creador, un joven y millonario playboy llamado... no lo conseguía recordar; el caso es que me habían llamado y era una gran oportunidad laboral. Llevaba un año trabajando como secretario del señor Robinson en el bufete de abogados y seguía pagándome el sueldo mínimo y tratándome como un becario. Yo era muy eficiente y profesional en mi trabajo, y merecía más de lo que él me daba a cambio.

Así que no lo dudé, pedí la mañana libre por asuntos personales y acudí a la entrevista. Seguí las indicaciones que me había dado la mujer por teléfono y llegué a uno de los edificios más altos y caros del centro de la ciudad: el King's Place. Pregunté en la entrada por el piso de la empresa INternational y subí en un ascensor repleto de gente. Hasta ahí, todo normal, el problema fue llegar a la oficina y darme cuenta del tiempo que tendría que esperar hasta que me hicieran la entrevista. Había, al menos, una docena de jóvenes perfectamente vestidos, aguardando su turno para entrar antes que yo.

—¿Viene a la entrevista? —me preguntó una preciosa rubia tras el escritorio de la entrada.

—Así es —sonreí—. Soy Park Jimin.

Ella asintió con la cabeza sin dejar de sonreír. Conocía su trabajo, yo también había estado donde ella y sabía que mi nombre le importaba una mierda. Solo era uno más en la lista.

—Siéntese con los demás, por favor, y, espere a que le llamen —me pidió educadamente.

—Claro —yo también sonreí de una manera falsa y arquetípica antes de alejarme y sentarme.

Entonces una puerta al fondo del pasillo, la del despacho más grande e importante, se abrió y salió una mujer llorando. Pasó por delante del resto de los asistentes a paso rápido y la cabeza gacha. Algunos se miraron entre ellos, preguntándose qué habría pasado, pero antes de que empezaran a hablar, una mujer morena y muy elegante llamó al siguiente en la lista.

Por extraño que pudiera parecer, la mujer que se había ido llorando no fue el peor de los casos; uno de los jóvenes salió del despacho dando un fuerte portazo y, enfadado, nos gritó:

—¡Es un completo idiota!

Me pregunté de quién hablaba, quién estaría tras aquella puerta de madera oscura. Y no tardé en descubrirlo, porque el siguiente en la lista era yo:

—Señor Park—me llamó la morena.

—Sí —afirmé, levantándome de mi silla. Al contrario que los demás, yo no traía maletín, ni bolso, ni nada más que tuviera que llevar conmigo. Caminé hasta el final del pasillo en silencio. No estaba nervioso, en el peor de los casos, seguía teniendo mi puesto poco remunerado y nada gratificante en el despacho de abogados, así que no era cuestión de vida o muerte para mí.

Llamé a la puerta suavemente y cuando recibí una respuesta apagada entré.

—Buenos días —sonreí. Tenía una bonita sonrisa y eso siempre jugaba a mi favor.

—Señor Park—me respondió una voz grave y pausada.

Me quedé en la puerta un instante, contemplando al hombre tras la mesa de cedro. Era muy atractivo, de pelo negro azabache y barbilla perfecta, ojos azul marino y mirada intensa. Su chaqueta de traje apenas podía contener el ancho de su espalda y su camisa blanca se tensaba sobre un pecho firme y poderoso. Entonces recordé su nombre: el Señor Jeon. El joven millonario y playboy que había creado un imperio de la nada.

El AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora