Me tomé un momento para ordenar los pensamientos, igualé su postura negociadora con los dedos entrelazados sobre los labios, compartiendo una intensa mirada con el Señor Jeon antes de responder:
—Vayamos por partes, Jung Kook. Tú y yo hemos roto —le aclaré—. Quizá lo nuestro no se haya «acabado de verdad», pero no voy a permitir que lo frivolices y lo consideres solo «un parón», porque tú me traicionaste y es algo que no voy a pasar por alto como si no hubiera pasado. Considera esto como una segunda oportunidad que te estoy ofreciendo porque me has hecho muy feliz en el pasado y pareces estar decidido a corregir tus errores. Que hayas empezado la terapia con la doctora Jones es una de las razones por las que te estoy dando esta oportunidad, dice mucho de ti que hayas dado ese gran paso y que estés dispuesto a cambiar. Sé que es un proceso duro, difícil y frustrante remover la mierda y darte cuenta de algunas cosas que quizá no quieras saber sobre ti mismo o que has estado reprimiendo durante tantos años, siempre lo es, y te acompañaré en ese camino para ayudarte en todo lo que pueda, como ya te he dicho; pero una de las condiciones de esta nueva oportunidad que te estoy dando es que sigas yendo a terapia sí o sí. Quiero dejar eso bien claro, Jung Kook —insistí, dedicándole una intensa mirada por el borde de los ojos—. Si dejas de ir a ver a la doctora Jones o no te tomas la medicación que te da, se acabará.
¿Estamos de acuerdo?
El Señor Jeon me escuchaba con atención y expresión seria, respirando hasta hincharse el pecho y soltándolo lentamente. Esperó unos segundos antes de asentir, de acuerdo con esa primera parte.
—Te prometo que seguiré yendo a terapia todos los días, esforzándome por solucionar mis problemas y tomándome la medicación que me ha recetado. Tú me ayudarás y me apoyarás en todo el proceso, como has hecho siempre, y, aunque hayamos roto, te quedarás con el anillo de pedida y con el Rolex que te regalé porque es muy importante para mí que los tengas. Ambos son una muestra de lo mucho que te quiero.
Bajé la mirada a la alianza plateada sobre la mesa, descansando en un punto intermedio entre nosotros, sobre la madera vieja y algo sucia. Parecía solo un anillo, pero, en realidad, era la representación física de uno de los mayores compromisos que iba a adquirir en mi vida.
Una promesa de fidelidad, amor y cariño eterno. Una que Jung Kook había roto.
Pasaron los segundos y yo seguía contemplando la alianza en silencio bajo la fija y atenta mirada del Señor Jeon. Con una bocanada de aire y un leve chasquido de lengua, separé los dedos y cogí el anillo para guardarlo en el bolsillo del pecho de mi camisa azul claro. Después volví a mirar a los ojos a Jung Kook y retomé mi postura de negociador.
—Yo también creo que una comunicación constante y de calidad es algo necesario para llegar a entendernos, así que seguiremos hablando y en contacto —continué—, pero siempre que no interfiera con mi nuevo trabajo o mis deberes; puedes llamarme, mensajearme o podemos tener video llamadas, lo que prefieras. En cuanto a las visitas... podrían ser una posibilidad —reconocí, pero con cuidado, porque sabía que Jung Kook absorbería cada palabra de lo que decía y buscaría la forma de encontrar el más mínimo recoveco, de torcerlo y adaptarlo para excusarse y presentarse en la puerta de mi casa con la cabeza muy alta y convencido de que era parte del acuerdo—. Pero, al igual que las llamadas, no deben interferir en mi vida laboral y, siempre... —le miré fijamente y dejé un breve silencio para remarcar ese «siempre»—, si me lo preguntas antes y yo acepto. Nada de visitas sorpresa y nada de presentarse aquí con malas excusas, ¿de acuerdo?
Jung Kook volvió a asentir lentamente.
—Las llamadas y video llamadas serán fuera de tu horario laboral, pero los mensajes puedes leerlos en cualquier momento del día y responderme cuando tengas tiempo, porque eso no supone ningún inconveniente — contraatacó—. Me gustaría poder visitarte al menos dos veces al mes, en fines de semana alternos y en ocasiones especiales como celebraciones. Ambos podremos decidir el tiempo que me quedaré y bajo qué condiciones. Tú también podrás visitarme a Nueva York, por supuesto, y querría que asistieras conmigo como mi acompañante a eventos importantes como galas o cenas.
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El Asistente
FanfictionEsta es una adap de la historia El Jefe, enfocada en el KookminJeon