DOCE HORAS

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Jung Kook no se lo tomó tan mal como yo creía. Leyó el papel, le dio la vuelta y después me miró a mí antes de encogerse de hombros y tirarlo a un lado como si no fuera nada.

—No es la primera vez que tratan de chantajearme, Jimin —dijo con tranquilidad, recostándose en su gran sillón negro—. Será algún idiota desesperado que se cree muy listo, pero al que la mafia del este le va a hacer una desagradable visita muy pronto.

Alcé ambas cejas y me incorporé desde la mesa. A mí me parecía algo bastante serio. Había vídeos de Jung Kook haciendo cosas, muchas cosas, como el que tenía el depravado de Bill Hunt en su casa. ¿Qué pasaría si salía a la luz que el Soltero de Oro tenía un récord follándose a catorce hombres seguidos? O algo incluso peor.

—No sé, Jung Kook. La verdad es que me preocupa un poco —reconocí.

El Señor Jeon mantuvo mi mirada en silencio, pero su expresión calmada no cambió.

—Llama a Lakov y que suba a por la nota —me dijo—. En menos de dos días sus chicos habrán encontrado al chantajista y nos costará muchísimo menos que un millón de dólares.

Cogí una respiración profunda y terminé asintiendo antes de sacar el móvil y mandar el mensaje a Lakov para que viniera en busca de la carta, entonces me puse a repartir el desayuno con normalidad y me llevé mi parte a la mesa junto con el café. Jung Kook tomo un sorbo de su café solo y abrió su envase antes de retomar la conversación sobre el tipo de tarta que quería para la boda. La señora Hightower había añadido una mesa provisional en el plano de la celebración en la que ponía «bufé de dulces o tarta». Jung Kook lo había buscado y, al parecer, estaba muy de moda poner ese tipo de servicio para que los invitados pudieran elegir los bollos y dulces de diseño a su elección y no limitarse a tener que comer la misma tarta insulsa que todos los demás.

Quise tomarme lo de la nota de chantaje con calma y confiar en lo que había dicho el Señor Jeon, pero no pude evitar sentir una punzada de preocupación en el fondo de mi mente mientras le escuchaba, metiéndome cucharada tras cucharada de queso fresco con avena, nueces y plátano.

—El pastel es lo más clásico, algo atemporal, para que lo cortemos juntos y hacernos las fotos, pero la idea del bufete de dulces es más actual, menos ordinario, quizá —decía, solo deteniéndose para llevarse la cuchara a la boca y seguir hablando mientras masticaba el desayuno—. Si hacemos el bufete, daremos una imagen de matrimonio joven y moderno. Eso me gusta. Sin embargo, el pastel es tradicional, está en todas las bodas y no quiero que piensen que la nuestra no es tan seria como las demás por no tener tarta; como si nuestro matrimonio fuera menos que el resto —levantó la mirada de su envase y giró el rostro hacia mí—. ¿A ti qué te parece, Jimin?

—Somos dos hombres que se van a casar juntos, Jung Kook —respondí—, eso ya es bastante moderno.

Tomó su último bocado del desayuno y dejó el envase a un lado antes de alcanzar el café y recostarse en el sillón. Lo giró hacia mí y me miró en silencio mientras bebía.

—¿Estás a favor del pastel, entonces? —preguntó. Bebió otro trago de café mientras valoraba la idea—. Tiene que ser una tarta muy elegante. Seis o siete pisos, mínimo, y perfectamente decorada. Podemos enviar al pastelero una muestra de las flores que usaremos para que las reproduzca sobre el pastel, así hará juego con el resto —se volvió a quedar callado y, tras un breve silencio, terminó asintiendo—. ¿Cuándo iremos a probar las muestras a las pastelerías?

—El fin de semana que viene, hoy cenaremos en el restaurante The Velvet para probar el menú —le dije antes de que el móvil vibrara sobre la mesa y sonara el tono especial de Lakov. Me levanté al momento y fui en busca de la carta y la hoja con la nota—. Vuelvo ahora —le dije al Señor Jeon antes de salir por la puerta.

El AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora