PRÓLOGO II

161 13 2
                                    

• ~ PRÓLOGO 02~ •


Sacando la llave de la cerradura después de abrir la puerta del frente, Harry cerró cuidadosamente para no crear mucho ruido y que nadie advirtiera su presencia. No se encontraba en el mejor ánimo para intercambiar saludos o pláticas.

Apoyándose de espaldas contra la puerta, dejó que sus nervios se estabilizaran, mientras exhalaba largo y profundo toda la decepción fuera de su cuerpo.

Cansado, Harry se impulsó fuera de la madera, yendo, con pesadez, por la estancia, hasta entrar a la cocina. Y negó desaprobatoriamente con su cabeza al mirar el envase de leche, abierto sobre la isla al medio. Ellos siempre hacían esto, usarla y dejarla olvidada afuera del refrigerador para que el clima se encargue de descomponerla; o terminarla, dejando el cartón vacío allí, como problema de alguien más.

Fatigado y frustrado como se encontraba, Harry no tenía la energía suficiente como para regañar a quien fuera que fuera el culpable. Simplemente se sentó en uno de los taburetes altos, tomando el envase medio lleno entre sus manos.

En el silencio y calma, su mente estaba distraída, reviviendo en su memoria los decepcionantes acontecimientos de su noche.

Pocas voces de los muchachos se escuchaban a lo lejos, por la estancia o algún lugar del segundo piso. Era tarde ya después de todo, no le extrañaría si la mayoría ya se encontrara durmiendo, o afuera todavía (teniendo más suerte que él eso es seguro).

Encogiéndose desanimadamente de hombros, aceptando la no suerte que se le fue dada en esta vida, él suspiró una vez más, llevando el cartón de leche a sus labios.

  ―Harry, ¡No!

Antes de darse cuenta, el envase estaba siendo abruptamente arrebatado de sus dedos.

»La dejaron afuera desde ayer. Está echada a perder, huele horrible y está apestado todo el lugar ―Niall le dijo, el cartón de leche arruinada ahora en sus manos―. Justamente venía a tirarla a la basura. Dios, solo me distraje un poco y ya casi te la bebes.

  ―Si te pagara por todas las veces que me has salvado, Ni, serías más rico que la reina de Inglaterra ―Harry dijo, un triste intento de sonrisa asomándose en su rostro.

  ―Suerte para ti, lo hago gratis.

Niall vació el ahora grumoso y espeso contenido del cartón en el fregadero, nariz fruncida en disgusto por el fuerte hedor. Desvió su mirada a Harry, quien no lucía afectado en lo más mínimo. Dejando correr el agua de la llave, los restos blancos desaparecieron por el drenaje, deshaciéndose después del cartón vacío en el bote de basura.

  ―¿Por qué la cara larga? ―Niall le preguntó, sentándose en el taburete alto junto a él.

Codo sobre el mármol de la isla, Harry apoyó su mejilla en la palma de su mano ―Me puse muy nervioso ―admitió, negando lentamente con su cabeza―, y a ella no le gustó eso, por supuesto. Ningún Alfa debe ser así de inseguro. Ningún Alfa debería manchar la servilleta de su cita con lápiz labial y después esconderla para que no lo descubran. Y... ―exhaló―, más tarde... me preguntó si me gustaba su aroma ―su mirada cayó, tristeza jalando pesadamente de las comisuras de su boca.

  ―Ningún Alfa es tan bonito y único como tú ―Niall le ofreció, posando una calmante mano en su hombro―. Los corazones grandes son difíciles de entender, pero no imposible de que suceda. Tú eres maravilloso ―agregó, con una suave sonrisa. Harry curvó ligeramente sus labios hacia él, pero sus ojos aún gritaban tristeza―. ¿Se enojó mucho por lo del aroma? ―Niall le preguntó cuidadosamente, frunciendo ligeramente su nariz.

Forever And a DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora