Capítulo 1

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Las deudas se acumulaban demasiado rápido encima de la mesa.

Si no encontraba una fuente de ingresos rápida, podría empezar a razonar la idea de volver a vivir con sus padres. Y eso era algo que Chiara tenía como última opción. No solo perdería su intimidad, si no que también volverían a aparecer las miradas de decepción y los comentarios sobre buscar un trabajo estable. Sus padres no aceptaban que una de sus hijas trabajara del arte y de sus canciones.

Con un suspiro, se puso su abrigo, las llaves y un gorro para soportar el frío invierno de Barcelona.

Caminó a paso lento por las calles hasta que llegó a su destino, la tienda de su mejor amigo Martín. Era una pequeña tienda vintage llena de guitarras y discos situada a dos manzanas de su edificio.

— Bon día — su amigo estaba de espaldas, ordenando púas nuevas que le acababan de llegar. — Benvinguts a... Ah, eres tú.

— No te alegres tanto de verme.

Caminó hasta él mientras se desabrochaba el abrigo y le dedicaba una sonrisa.

— No es que no me alegre, es que eres la única persona que ha entrado desde hace una hora — dijo, con un mohín en los labios — Ya nadie aprecia los vinilos ni discos con la mierda de Spotify.

Chiara soltó una risa y le dedicó una mirada de pena.

— Bueno, no te desanimes, ya habrán días mejores. — puso un dedo en su mentón, haciendo como si pensara y cuando se le ocurrió, chasqueó los dedos — ya sé, haz un día de escuchas gratis, que venga gente prueba los discos en vinilo y así puede que gente que no sepa, se dé cuenta que es muchísimo mejor. Las personas no pueden comprar algo que no han probado nunca y la media de edad de tus clientes es de cincuenta para arriba.

— Si, puede que sea una buena idea. ¿Por qué siempre eres tan positiva? — la abrazó, mientras la pelinegra se encogía de hombros — ¿Y tu qué tal con tu búsqueda de empleo? ¿Has encontrado algo?

— No, y ayer solo recaudé veinte euros tocando en el metro todo el día. — se tocó el pelo nerviosa — Ya no sé que hacer, he probado todo.

— ¿Y el anuncio de internet?

Chiara le miró interrogante.

—¿Qué anuncio?

— ¿No te acuerdas que hace semanas pusimos un anuncio tuyo en una página de estas para buscar trabajo?

Martín rodó los ojos al ver que Chiara seguía sin acordarse. Sacó su móvil, cliqueó varias veces y le enseñó a la más bajita la pantalla.

— Hala, ya tienes trabajo.








A las cinco de la tarde la cafetería de la calle Augusta estaba llena.

Se encontraba nerviosa dentro de ese traje gris y todos esos nervios los estaba desquitando con la cuchara dando vueltas al café. No sabía muy bien con quien había quedado, ni de que trataba exactamente el trabajo. Solo le habían citado a esa hora y en ese lugar. Punto.

Podría ser un asesino que contactaba con gente a su edad mediante esa página o una broma de un adolescente hormonado.

Sea como sea, ella había ido para descubrirlo. Su madre siempre le había dicho que era demasiado confiada, bueno, más que dicho, recriminado. Y más es que una virtud, a veces era más una desgracia.

La mayoría de su adolescencia había sido eclipsada por el bullying de sus compañeros gracias a que ella confiaba en la gente ciegamente. Con los años había puesto limites a esa confianza, por eso al principio era bastante cerrada con la gente, pero una vez se abría, dejaba de lado esa inseguridad.

My DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora