A Prueba
Después de una larga sesión de besos casi sin interrupciones, pude escoger mis favoritos.
Eran los apasionados, de los que había sido privado todos esos meses, los que más me gustaban. Pero especialmente si venían de su parte, porque siempre tenían una dulzura que no permitía que el beso se volviera lujurioso.
Su ingenuidad me encantaba cada día más.
Me costó aceptar que teníamos que cenar así que la dejé ir a la cocina a preparar algo mientras yo la observaba desde la entrada. Mis ojos no podían dejar de mirarla, como si ahora tuviera algo nuevo y más fascinante en ella.
Pero sólo era la necesidad de compensar todas las horas en que no me había quedado con la vista perdida en ella por miedo a que se percatara. Claro, ahora ¿qué iba a importar? Éramos lo más cercano a una pareja...
Al pensarlo mi cuerpo ardía y decidí ir a la mesa.
Durante la cena sólo comimos y charlamos, procurando tener los temas amargos alejados de momento. Después, fue hora de retirarnos a dormir y más que nunca deseaba no tener que ir a trabajar al día siguiente.
Me levanté y al ver que ella se disponía a llevar sus platos al fregadero, la tomé de la mano y la llevé conmigo a la habitación, pidiéndole en voz baja que lo dejara para mañana.
Seguramente cualquier mente sucia y pervertida creería que mi deseo y desesperación me llevarían a despojarnos de nuestras ropas para que yo pudiera hacerla mía cuantas veces fueran necesarias. Pero esas mentes se equivocarían, porque no había nada que me preocupara más, que el imaginar lo que algo así podría ocasionar en la inocente cría.
La deseaba. No mentiré. Claro que lo hacía. Pero no me permitiría tocarla si ella no me daba luz verde, cosa que, yo estaba seguro, jamás ocurriría.
Nos pusimos los pijamas y subimos a la cama. El impulso de abrazarla atacó al instante y ella dejó que la consintiera con cierta afección, sintiéndose muy cansada como para pedir su espacio.
- ¿Estás segura de todo esto? –pregunté entonces en voz baja.
- ¿De qué cosa? –inquirió su voz apenas audible muy cerca de mí.
-De esta... "relación".
-Oh, ¿tenemos que hablar de eso ahora?
-Es sólo que te veo demasiado tranquila.
- ¿Quieres que me ponga nerviosa y me ruborice con cualquier contacto? –cerró los ojos y sonrió.
-No precisamente –mis labios se pegaron contra su frente.
-Tu querías esto, ¿verdad?
Mis manos la acariciaron desde sus brazos hasta su cabello con toda la delicadeza que fui capaz para no espantarle el sueño, y por su parte, sus brazos me sujetaban apenas de la cintura mientras poco a poco se quedaba dormida.
Yo sonreí derrotado.
-Más que nada en la vida.
Pareció sentirse abochornada, pero no lo supe ya que sentí su boca besar la mía con ternura y volvió a recostarse, para finalmente quedarse dormida.
Cuando lo hizo solté un suspiro.
"¿Qué habrá sido del viejo y frío yo? ¿Por qué sólo queda este patético soñador que no deja de sonreír de forma complacida cuando estás tan cerca? Pequeña Emma Enstein...
En tan poco tiempo, te has convertido en todo mi mundo."
Al día siguiente salí de la cama sin despertarla, después de pasar casi una hora observándola dormir. Tuve que bañarme y arreglarme para ir al trabajo y cuando salí del baño ya me esperaba mi desayuno.
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Pasión Homicida (ilemma) Terminada
RomanceEn la morgue, una noche como cualquier otra. Ilenko Romanov solo tiene que encargarse de un cadáver más... lo trajo la policía, nadie lo ha identificado aún. Corre el cierre de la bolsa para luego examinar el cuerpo.... ¿¡Sin embargo el cadaver...