Capítulo 27

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Sabor A Veneno

Esperar, eso era todo lo que hacía. Estaba esperando, de pie frente al auto hasta que Morgan saliera del edificio para poder irnos.

Yo sólo me quedaba ahí, frente a la puerta cerrada del copiloto, mirando mi reflejo en el vidrio de la ventana sin mover, aunque fuera un músculo.

Ése reflejo me miraba con gesto neutro. No había una sonrisa, no había algún brillo de emoción. Permanecía opaco y sumido en un estado de silencio sombrío.

Ya estábamos en primavera, así que ni me inmuté cuando unas gotas comenzaron a caer sobre la ventana en la que me miraba, aún sin el volumen adecuado para que yo las sintiera realmente como agua en mi piel. El cielo estaba gris y el viento soplaba frío. Antes, hubiera encontrado aquel clima reconfortante, que en los últimos meses me habría hecho añorar un lugar cálido y cómodo a lado de la persona que se había hecho esencial en mi vida. Si, para que ocultarlo más... a la única persona que ahora amaba.

"Y esa persona, al parecer no existe..."

Una vez que Coleman nos revelara la identidad de Queen, la reconocida asesina y fiel apoyo de Thomas, comencé a escuchar a mis oídos zumbar como si fuera un mecanismo de autodefensa que no había logrado activarse a tiempo, ya que yo ya había escuchado aquella verdad cortante y helada.

Me puse de pie casi por inercia, y pedí al guardia que me abriera la celda; al instante en que lo hizo yo salí rápidamente, deseando alejarme, deseando correr tan rápido y tan lejos que ya no pudiera volver jamás a aquella pesadilla que me estaba haciendo arder las entrañas.

Sin embargo, mi épica carrera había terminado al salir de la penitenciaría, que como se hallaba rodeada por ése altísimo rejado con púas, lleno de más exagerada seguridad, yo no podría dejar el lugar si no lo hacía en el auto del detective, que estaba en el estacionamiento que había frente al edificio. Y para colmo, seguía allí adentro con las llaves.

Quise derrumbarme, quise dejarme caer en la grava y lastimarme las rodillas; que sangraran, que dolieran, que pudiera sentir un sufrimiento tan fuerte que lograra sofocar aquél que me estaba cortando la respiración y que me estaba consumiendo.

Mi pulso era lento, pero cada latido parecía enviar alguna especie de veneno por mis venas en lugar de sangre. Sentía mi sistema circulatorio enfermando, quemándome como si el líquido vital estuviera conformado por un corrosivo ácido. La bomba principal temblaba cada vez que palpitaba; lo hacía con fuerza, con rabia, con deseos de contaminar mi cuerpo y destruirlo.

Toda acción me dolía, inclusive respirar. Trataba de inspirar hondo para apaciguar mi creciente desesperación, pero cada vez que lo hacía era como si algo filoso se clavara en mis pulmones, obligándome a respirar una vez tras otra en jadeos cortos que sólo aceleraban el bombeo del corazón, apresurando el doloroso procedimiento de envenenamiento.

Mis piernas flaquearon y tuve que recargar mis manos contra la puerta del auto, sintiendo las pequeñas gotas mojar mis manos al contacto con el metal salpicado de lluvia.

Exhalé temblorosamente, notando como el vaho se impactaba en el vidrio mientras yo cerraba los ojos con fuerza.

"Que se detenga. Maldición, que se detenga. Siento como si estuviera muriendo de cien distintas formas al mismo tiempo... y lo peor es que aun así continúo vivo... simplemente no me muero... simplemente no se termina..."

- ¡Termina, maldita sea! –grité antes de golpear el vidrio con el puño cerrado.

El aliento se me escapó en otra exhalación que vibró desesperanzada. Escuché pasos, y me di cuenta de que Christopher se acercaba. Yo no hice nada al respecto; si le hablaba, si lo veía... seguramente reafirmaría las palabras del asesino en un semblante serio y una voz ligeramente afectada. No podía, ya no podía más...

Pasión Homicida (ilemma) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora