Capítulo 38

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Al Limite

Si en ése mismo instante me hubiese desmayado hubiera sido el mejor y el peor momento para hacerlo. Por supuesto, yo estaba tan exhausto que sentía que podía caerme inconsciente en cualquier instante, y en el fondo deseaba que eso ocurriese porque no podía aguantar el espantoso dolor que ahogaba a mi cuerpo; desgraciadamente mi posición vendría siendo la menos indicada, ya que frente a mí tenía a un mafioso y asesino serial dispuesto a matarme.

Aunque pensándolo bien, en esos momentos ni siquiera podía moverme de mi sitio, y resultaba casi o tan inofensivo como si estuviera desmayado. Era triste, y era patético, pero ésa era mi realidad entonces.

Evaluando los daños podría decir que tenía numerosos y muy dolorosos golpes en todo mi cuerpo, desde mis extremidades, hasta el tronco y toda mi cara. Los más llamativos seguramente eran mi ojo hinchado, el hematoma en mi pómulo, mi herida punzante en la ceja, y mi labio partido que no dejaba de sangrar. También tenía la impresión de que algunas costillas debían estar astilladas, pero eso solo eran sospechas a causa del terrible sufrimiento que experimentaba en mi abdomen. Y como si no fuera suficiente para el morboso fanático del gore, tenía una bala en mi muslo derecho y estaba sangrando demasiado para mi gusto.

¿Qué podíamos decir del estado de mi contrincante?

Bueno, a juzgar la paliza que ya me había dado podía decir que su gran experiencia por tantos años en el negocio era evidente, y que definitivamente se mantenía en forma. Para mi lastimado ser, era envidiable el que su cuerpo estuviera casi intacto y que posiblemente los pocos golpes que había recibido no le habían causado un gran daño.

Tal vez hubiera sido más digno para mí sí me hubiera matado la primera vez que nos viéramos, en la fábrica de vidrio. Ahí había intentado darme un tiro en la frente, y eso hubiera sido rápido y sin dolor; ahora, ni siquiera estaba seguro de que lo que me dolía más fuera el cuerpo o el orgullo. Mentira, es obvio que lo que más dolía era mi cuerpo, pero eso no quitaba la gran humillación que me estaba haciendo pasar.

Traté de mirarlo, pero el golpe propinado en mi ojo ya estaba tan hinchado que ahora me dificultaba la vista. Debía de dar un aspecto terrible y lamentable en esos momentos, y aparentemente lo estaba disfrutando una vez más porque de nuevo sonreía cruelmente.

Con solo ver su cara sabía que aún no estaba satisfecho con la tortura mental y física a la que me había sometido y que estaba por retomarla, pero ya no lograba siquiera prestar atención a ello en esos instantes. Me quería morir, eso era todo. Ya no me importaba escucharle; estaba tan agotado que hasta pestañear me dolía.

-Me pregunto qué debería hacer con tu cuerpo –comento el hombre cruzándose de brazos y ladeando un poco la cabeza con macabra curiosidad-. Tengo muchas ideas, pero no podría decir cuál es la mejor para ti – ni siquiera podía mandarlo a callar, en verdad ya no resistía. Me hallaba tan débil que mi cuerpo temblaba-.

Podría tirarte en el contenedor de basura más cercano y dejar que te pudras ahí hasta que alguien te encuentre. O podría meterte en tu auto y tirarlo al fondo del mar desde el mismo muelle ¡O ya sé, ya sé...! –en el momento en que usó una falsa sonrisa de entusiasmo cerré los ojos, enfermo solo de pensar que existiera gente como él-.

¿Qué tal si te descuartizo y dejo tus pedazos regados por toda la ciudad? Así tus amigos podrán jugar a la búsqueda del tesoro y a armar el rompecabezas al mismo tiempo. Te apuesto a que cuando se les quiten las náuseas, hasta se van a divertir –añadió con una risa socarrona.

"Que se acabe ya.... Sólo mátame ya."

En momentos como esos solo podía repetirme eso en mi mente, quizás hasta como un consuelo, mintiéndome al decirme a mí mismo que no faltaba mucho, que ya pronto todo se terminaría. Eso era lo único que esperaba desde hacía rato.

Pasión Homicida (ilemma) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora