Prólogo.

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Silencio.

En la vastedad de un inmenso edificio, donde las luces centelleaban con tonos cálidos y los murmullos de la juventud se mezclaban con la melodía enérgica, la vida en la escuela tomaba un enorme giro. Y aunque las risas y charlas resonaban entre las paredes de ladrillo, los pasillos estaban transitados por cadetes con uniformes impecables, algunos sonriendo, otros con semblantes serios.

La disciplina reinaría en un día normal, impregnando cada rincón con la rigidez característica de una institución enfocada en la formación y el entrenamiento. Sin embargo, bajo la apariencia de normalidad, se percibían indicios de algo distinto. Las luces fluorescentes que iluminaban un enorme salón centelleaban de manera peculiar, como si estuvieran inyectadas de una energía distinta.

En medio de este bullicio estudiantil, Alex miraba discretamente a un lado, observando a un dúo en particular, caminando por los costados del salón. Frunciendo ligeramente el ceño, los vió alejarse hasta salir del lugar por un pasillo.

Una vez los perdió de vista se dio el lujo de dejar de mirar y calmarse por un segundo.

Su rostro, iluminado por las luces tenues del salón, reflejaba una expresión en blanco. Ahora la música, imperceptible al principio, empezó a aislarse suavemente en su mente. En ese momento de pausa, dejó de escuchar y terminó por sumirse en sus pensamientos. 

Segundos que pasaban fuera y que pudieron sentirse horas por dentro.

Lentamente un zumbido agudo comenzaba a sonar, opacando por completo todo lo demás. Sus ojos seguían perdidos y por fuera de su playera el mismo collar de siempre colgaba sobre su cuello. Apretando sus puños, las chispas amenazaban con salir a medida que el zumbido crecía y las imágenes llegaban a su cabeza sin parar.

-Aquí tienes Alex.-

De repente, el sonido de una mujer extendiendo unas bebidas rompió su contemplación, y todo el bullicio regresó como si apretara un botón.

-Que lo disfruten.- La mujer, no muy emocionada, extendiendo dos batidos y un refresco.

-¡Muchas gracias!- Sonrió felizmente antes de tomar las bebidas.

Como si nada hubiese pasado, giró la mirada y sus ojos se encontraron con una escena inusual. Un gimnasio había sido transformada en un improvisado salón de baile. Parecía que el tiempo se detenía mientras parejas de cadetes se movían con gracia por el espacio, desafiando la rigidez militar con la libertad de la danza.

Con una sonrisa, Alex se unió al flujo del baile.

-Lo siento, disculpen, lo siento.- Decía a medida que avanzaba.

Esquivó a los diversos chicos corrían o bailando, teniendo cuidado de que no se le cayeran las bebidas. Algunos se quejaron mientras que otras le preguntaron por bailar, teniendo que rechazarlas y seguir su camino.

Así hasta que finalmente llegó a una mesa donde dos niños ya lo estaban esperando. Allí, con la música de fondo y la alegría contagiosa del baile, Alex colocó las bebidas sobre la mesa y se sentó.

-Siento la demora, pero la cola era de lo peor. Aquí tienen.- Dijo con su mejor sonrisa. -Dos refrescos helados, tal y como prometí.-



Imprudente

-

"La Maldición del Titan"



Primer capítulo:

"Un frío día de invierno."

-Imprudente.- "La Maldición del Titan." (Saga Percy Jackson x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora