Capítulo 11: Un récord mundial de vuelo en Pegaso.

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Pov Annabeth

En mi estado de debilidad y aturdimiento, el tiempo dejó de tener sentido. Yo era una estatua, un pilar, congelado en el lugar, sin apenas notar el paso del sol sobre mi cabeza.

En la cima de la montaña envuelta en niebla, la luz del día apenas penetraba la oscuridad. Pasé la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados, repitiendo las imágenes que me había mostrado mi cuchillo.

La oscuridad volvió a caer, aunque parecía imposible que hubiera estado aquí por un día. El cielo seguía pesándome, aplastando mis rodillas contra la roca, pero había llegado a un punto más allá del dolor. Todo lo que sabía era que tenía que seguir empujando hacia arriba.

Al final me aplastará, pensé con cansancio.

-"No puedes rendirte."- La voz en mi cabeza se parecía mucho a la de Alex. -"¿Cómo te encontraré si te rindes?"-

Así que aguanté.

Cuando Luke regresó, yo estaba acurrucada sobre mis rodillas, con la columna tan curvada que temía que, incluso si escapaba, nunca volvería a caminar erguida. Me tomó toda mi energía respirar. Ni siquiera tuve fuerzas para mirar hacia arriba, y mucho menos suplicar ayuda.

Fue Atlas a quien escuché primero, su voz retumbante reverberando por toda la ladera de la montaña.

Luego se escuchó el sonido de pasos rápidos. Mis ojos lucharon por abrirse, con solo levantar los párpados sentí como si levantara el cielo. Las zapatillas desgastadas de Luke aparecieron en foco, luego la tela andrajosa de sus jeans. 

Su mano tomó mi barbilla y levantó mi cabeza para mirarlo. Mi visión estaba borrosa. Parecía haber dos copias de su rostro brillando ante mí, ambas mirándome con idéntica preocupación.

-Se está desvaneciendo.- Dijo. Su voz era metálica, como si se hubiera topado con una mala conexión con Iris. Era mucho menos real que las voces que había estado imaginando en mi cabeza.

Se escuchó una risa retumbante, seguida del tintineo de cadenas. Un par de diminutos pies descalzos aparecieron a la vista, con los tobillos envueltos con cadenas celestiales de bronce. Estaban cortados por todas partes, pero no había sangre de color marrón óxido en esos pies. En cambio, estaban cubiertos de lo que parecían gotas de rocío doradas.

Icor, la sangre de los dioses.

Verlo me puso alerta. Mi cabeza crujió.

Frente a mí estaba Artemisa, de doce años, cautiva con cadenas de bronce. Atrás quedó su parka de esquí, reemplazada por un vestido plateado que era poco más que harapos colgando de su cuerpo. Tenía los brazos y la cara tan arañados como los pies. El icor goteaba de ellos hasta el suelo. Pero sus ojos eran tan fríamente desafiantes como cuando había dado la orden de acabar con Thorn en Westover Hall.

-Ya oíste al chico... ¡decide!- Atlas ladró.

Un relámpago brilló en los ojos de Artemisa, no muy diferente a la expresión de Thalía cuando se enojaba.

-¡Cómo te atreves a torturar a una doncella así!-

-Ella morirá pronto.- Hubo un problema en la voz de Luke. -Puedes salvarla.-

Esta era la ayuda que había prometido. Este era su gran plan: utilizarme para atrapar a una Diosa. Me atraganté por lo repulsivo que resultaba. ¿Pensó que yo daría su consentimiento? ¡Dejaría que el cielo me aplastara primero!

Pero el único sonido del que era capaz era un gemido ronco. Mi cabeza volvió a caer, perdiendo la fuerza que había encontrado para levantarla.

Los pies de Artemis se giraron ligeramente.

-Imprudente.- "La Maldición del Titan." (Saga Percy Jackson x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora