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Habían pasado dos días desde que Maya se entregó a Joseph. Maya, habitualmente inquieta y llena de deberes, pasó la mayor parte de esos dos días recluida en sus aposentos, tratando de procesar las emociones que la abrumaban.
En su interior, tenía cierto un miedo de que alguien pudiera haberlos visto. Y si eso ocurriera, sería fatal. Perdida en sus pensamientos, se sobresaltó al escuchar un golpe en la puerta.
—Entra, por favor.
—Lady Maya, el Conde exige tu presencia en el salón principal ahora. —Comentó una sirvienta que mostraba una expresión de preocupación en su rostro.
—¿Por qué esa cara, Ella?
Ella vaciló por un momento, mordiendo su labio inferior. Sus ojos, generalmente tan vivos y alegres, ahora llevaban un brillo de ansiedad.
—Lady Maya, he oído murmullos en los corredores. Parece que el Conde está muy descontento contigo.
Maya sintió un nudo en el estómago. Temía que su padre hubiera descubierto su encuentro nocturno y fuera de tiempo con Joseph.
—¿Él ya sabe sobre mi salida? —Preguntó en voz baja, esperando que su sospecha fuera incorrecta.
—Ella, no sé qué hacer si mi padre descubrió todo. Es capaz de matarme para no pasar vergüenza ante la sociedad. —Dijo Maya comenzando a llorar de nerviosismo por temer lo que su padre podría hacer.
Ella, al ver la angustia de Maya, se acercó rápidamente y tomó sus manos en un gesto de consuelo.
—Lady Maya, recuerda quién eres. Eres fuerte y decidida. Tu padre puede ser intimidante, pero tú también tienes tu propia fuerza. —Dijo Ella, tratando de tranquilizarla.
Maya miró a Ella, sus ojos llenos de lágrimas. —Únicamente quería amar y ser amada en paz, Ella. Nunca pensé que mi padre se enteraría.
Ella suspiró. —La nobleza tiene sus complejidades, milady. Pero tal vez no sepamos realmente lo que el Conde sabe. Podemos estar asumiendo lo peor. Ahora es mejor bajar antes de que él venga aquí.
Maya asintió y le pidió a Ella que enviara un mensaje a Joseph solicitando su presencia inmediatamente. Descendió y al acercarse al salón comenzó a escuchar los gritos de su padre y de sus hermanos, lo que aumentaba su temor y su agonía se volvía aún más angustiante.
Al detenerse frente a la puerta, reunió valor y entró en el salón principal, y el ambiente denso la golpeó como una ola. El silencio era ensordecedor, interrumpido solo por los sollozos apagados de su madre. La mirada de su padre ardía con furia, mientras que la de Augusto era fría y distante, mirando a su hermana con desdén. Solo los otros dos (Anthony y Valerio) mostraban cariño en sus miradas.
—Papá, aquí estoy. —Comenta deteniéndose a unos centímetros de distancia.
Su padre se acercó donde estaba Maya y se paró frente a ella. Durante largos segundos, él la miró con un desprecio que ella nunca había visto antes. Cuando Intentó pronunciar algunas palabras, pero fue interrumpida por el fuerte impacto de la mano de su padre en su rostro.
—¡Papá!
—Cierra la maldita boca. —Todo el salón estaba en shock. El sonido de la bofetada resonó en los muros de piedra y, por un breve momento, todo quedó en silencio. Maya se llevó la mano a la cara y el calor de la bofetada le picó la piel.
—Papá, te lo puedo explicar. —Comenta empezando a llorar, pero antes de que pueda decir algo más es sorprendida por otra bofetada, esta vez más fuerte, haciéndola caer al suelo. Su padre siguió abofeteándolo, sin darle oportunidad de defenderse ni de explicarse.
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La Reina
RomanceUn único error hizo que Lady Maya Kensington pagara un precio muy alto. Juzgada por la sociedad y rechazada por su propia familia, Lady Maya fue obligada a dejar la corte y marcharse lejos donde pudiera intentar empezar de nuevo con su vida. Sin emb...