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Del otro lado...
— Más rápido, soldados, no podemos permitir que el duque y la duquesa Monte escapen del reino. — Victor insta a los soldados a cabalgar tan rápido como puedan.
Los soldados galopaban por los polvorientos caminos del reino. Victor tenía la misión de no permitir que los duques escaparan del reino. Sentía el peso de esa responsabilidad, especialmente porque deseaba vengar la muerte de los padres de Eva. Si él y la duquesa escapaban del reino, podrían causar daños irreparables, socavando la estabilidad del reino, intentando aliarse nuevamente con el rey de Aldora.
— Señor, conozco un atajo que nos permitirá cruzar su camino más rápido. — Informa uno de los soldados.
— Vamos.
Al escuchar sobre el atajo, Victor vio una oportunidad para cambiar el rumbo a su favor. Confiaba en la astucia de sus soldados, los valientes que dedicaban sus vidas a proteger el reino. Entonces, sin dudarlo, ordenó que siguieran el camino alternativo.
El atajo los llevó por senderos estrechos y sinuosos, cortando a través de densos bosques y valles profundos. Mientras cabalgaban, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rubros y dorados. Pero no había tiempo para admirar la belleza natural que los rodeaba, ya que la misión exigía total concentración y determinación.
A medida que se acercaban al punto donde esperaban interceptar a la pareja fugitiva, los nervios los invadían. Los soldados permanecían alerta, listos para cualquier trampa que encontraran por delante. Victor sabía que no podían fallar ahora; el destino del reino dependía de su capacidad para capturar a los traidores antes de que fuera demasiado tarde. Esta pareja ya había causado demasiada desgracia.
Finalmente, divisaron un pequeño claro adelante, donde vieron a los fugitivos montados en sus caballos elegantes. El duque y la duquesa parecían sorprendidos al ver a la guardia real apareciendo ante ellos, pero antes de que pudieran reaccionar, los soldados los rodearon, asegurándose de que no hubiera escapatoria.
— Qué placer verlos de nuevo, señor y señora Monte, porque ese es su título. Y no, duque y duquesa Monte. — Comentó Víctor de manera sarcástica. Se bajó de su caballo y observó a la pareja con un odio inimaginable.
Mientras los fugitivos miraban a Víctor con sorpresa y miedo, él se acercó con una expresión firme, su determinación evidente en cada movimiento.
— Su reinado de traición y manipulación ha llegado a su fin. — Declaró Víctor con voz firme.
— ¿Qué pretende hacer? — Preguntó el duque Robert Monte—. Soy un noble y no tiene derecho a interceptar mi caravana. ¿Acaso hay algún mandato para esta detención?
Y antes de que el conde intentara argumentar nuevamente, Víctor lo sacó del caballo con fuerza, haciéndolo caer de cara al suelo. La duquesa gritó por el choque de la escena presenciada. Víctor, sin delicadeza alguna, comenzó a golpearlo en el abdomen con fuerza, haciendo que el duque se retorciera de dolor.
— Maldito asesino. Aquí está la carta firmada por el rey donde ordena su captura — Sacó la carta del bolsillo de su chaqueta y se la restregó en la cara al duque—. Y aunque no tuviera una carta, eso no sería un impedimento para mí.
Los hombres del duque intentaron intervenir, avanzando hacia Víctor, pero los soldados de la guardia real actuaron con rapidez, desencadenando una batalla que culminó en la muerte de todos los acompañantes del duque en cuestión de minutos.
Victor observa impasible mientras los hombres del duque caen ante la guardia real, en una batalla breve pero feroz. Sus soldados actuaban con una determinación mortal, siguiendo órdenes sin vacilar. Mientras tanto, la duquesa Jane, aprovechando el caos, galopa lejos hacia la densa vegetación de los alrededores.
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La Reina
RomansaUn único error hizo que Lady Maya Kensington pagara un precio muy alto. Juzgada por la sociedad y rechazada por su propia familia, Lady Maya fue obligada a dejar la corte y marcharse lejos donde pudiera intentar empezar de nuevo con su vida. Sin emb...