Capítulo 37: Las Desgracias Nunca Vienen Solas

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Dominic lideraba la búsqueda de sus hijas, la ansiedad crecía entre los soldados y él mismo. Cada minuto que pasaba sin noticias aumentaba la angustia de encontrarlas. Mientras tanto, el duque de Alba y Andrew asumieron la tarea de interrogar nuevamente a todos los empleados del palacio.

El ambiente estaba cargado de tensión y preocupación. Cada mirada, cada gesto, era analizado en busca de pistas que pudieran llevar al paradero de las princesas. La seguridad del palacio estaba en alerta máxima, y la presión sobre los empleados para proporcionar cualquier información relevante era intensa.

Dominic se mantenía enfocado, su determinación de traer de vuelta a sus hijas era inquebrantable. No podía permitirse descansar hasta tenerlas de nuevo en sus brazos, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para lograrlo. La mañana transcurría lentamente, y la incertidumbre flotaba en el aire. Todos ansiaban noticias, algún signo de esperanza en medio de la oscuridad de la situación. Pero, por ahora, solo el silencio respondía a sus preguntas, dejándolos a merced de la incertidumbre y el miedo a lo desconocido.

— Mamá, ¿dónde están mis hermanas? ¿Es verdad lo que escuché en el pasillo del palacio? — Pregunta Arthur con lágrimas en los ojos al entrar en la sala privada donde Maya se encontraba con la reina madre y Elizabeth.

Maya se levanta inmediatamente al ver entrar a Arthur en la sala, su corazón apretado al ver las lágrimas en los ojos de su hijo.

— Arthur, querido mío, ven aquí. — Lo llama, abriendo los brazos para envolverlo en un abrazo reconfortante.

Arthur corre hacia los brazos de su madre, buscando consuelo en su calor y protección. Se aferra a ella con fuerza, sollozando suavemente mientras intenta controlar sus emociones.

— Mamá, escuché... escuché a la gente hablando sobre mis hermanas. ¿Dónde están ellas? ¿Qué pasó? — Pregunta, su voz entrecortada por el llanto.

Maya mira a Elizabeth y a la reina madre con expresión preocupada antes de volver a mirar a Arthur, acariciando su cabello con ternura.

— Arthur, estamos haciendo todo lo posible para encontrar a tus hermanas. Ellas han desaparecido, pero las traeremos de vuelta, te lo prometo. — Responde, tratando de mantener la calma ante la angustia de su hijo.

Elizabeth se acerca a ellos, acariciando su cabello.

— Arthur, querido, no te preocupes. Estamos haciendo todo lo posible para encontrarlas. Necesitas ser fuerte, como un verdadero príncipe, y confiar en que las traeremos de vuelta a casa sanas y salvas. No pierdas la esperanza, cariño.

Arthur asiente, aun sollozando, pero decidido a mantenerse firme.

— Lo... lo intentaré, mamá. Solo... solo quiero que vuelvan a casa. — Murmura, su rostro marcado por la preocupación y la tristeza—. Sin embargo, lastimaron mucho a Clara. Acabo de verla hace poco.

Maya siente cómo el corazón se aprieta aún más al escuchar sobre el estado de Clara. Abraza a Arthur con más firmeza, queriendo protegerlo del dolor y el sufrimiento que está enfrentando.

— Lo sé, mi amor. Es difícil ver a alguien a quien amamos pasar por esto. Pero necesitamos creer que los médicos están haciendo todo lo posible para ayudarla. No podemos perder la esperanza, Arthur. — Maya dice, tratando de transmitir consuelo y confianza a su hijo.

Arthur mira a Maya, sintiéndose un poco más reconfortado por sus palabras, y Elizabeth invita a su sobrino a dar un paseo por los jardines del palacio.

— Vamos, querido. Un poco de aire fresco y naturaleza puede hacer bien para calmar nuestros corazones. — Elizabeth dice suavemente, poniendo la mano en el brazo de Arthur mientras lo lleva fuera de la habitación.

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