Capítulo 38: El Rey Despiadado

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La tensión envuelve la sala del trono como una densa niebla, los corazones de los presentes laten al unísono, marcados por el miedo y la incertidumbre sobre el destino de los niños. Frederica, ahora recluida en la mazmorra del palacio, se ha convertido en un sombrío símbolo del castigo que espera a aquellos que desafían la autoridad de la reina.

Maya, aunque renegada por su familia, siente un apretón en el corazón al imaginar el sufrimiento de sus padres. Se ve consumida por un ardiente deseo de estar a su lado, de ofrecerles consuelo y apoyo en su hora más oscura, incluso si eso significa enfrentar los resentimientos del pasado. En este momento, todos comparten el mismo dolor.

— Mi amor, cálmate, por favor. Encontraremos a los niños. —Consuela Dominic.

— Dominic, ¿qué haremos si algo terrible sucede? —Murmura Maya, su voz temblorosa reflejando la inquietud que la consume.

Dominic sostiene firmemente las manos de Maya, su expresión una mezcla de determinación y ternura.

— No podemos permitir que el miedo nos paralice, mi amor. Encontraremos una manera de traer de vuelta a los niños, cueste lo que cueste. Joseph puede pensar que nos tiene en sus manos, pero somos más fuertes de lo que él imagina.

Las palabras de Dominic son un rayo de esperanza en medio de la tormenta de desesperación que asola la mente de su esposa. Maya lo abraza fuerte, deseando que todo lo que está sucediendo sea solo una pesadilla y que pronto despertarán.

Dominic empieza a acariciar su cabello, pero son interrumpidos por algunos soldados que acompañaban a Victor en la detención de la familia Monte.

— Su Majestad, tenemos noticias. —Informa uno de los soldados.

— ¿Noticias? ¿Qué ha pasado? —Pregunta Dominic, con un tono de urgencia en la voz, mientras Maya aprieta fuertemente su mano, con los ojos fijos en los soldados en busca de cualquier señal de esperanza.

— No logramos capturar a la familia Monte porque escaparon antes de que llegáramos — responde el soldado, con una expresión seria—. Sin embargo, uno de los sirvientes reveló que los duques planeaban huir hacia Aldora.

— ¿Aldora? —Maya repite el nombre del reino vecino con una mezcla de preocupación y rabia—. Parece que el nuevo rey no quiere paz. ¿Deberíamos haber invadido Aldora y acabar con esos malditos?

Dominic frunce el ceño, pensativo, mientras procesa esta nueva información.

— Victor ya ha ido tras ellos. Y en cuanto a Joseph Monte —el soldado vacila por un momento antes de responder, pareciendo ponderar cuidadosamente sus palabras—. Está escondido en la antigua fortaleza con los niños. Dejó esta carta con uno de los trabajadores de la propiedad para que se la entregara a la reina.

Maya siente un escalofrío recorrer su espalda al escuchar que Joseph Monte está escondido en la antigua fortaleza con los niños. Su corazón se aprieta de preocupación por el bienestar de los pequeños.

— La antigua fortaleza... —murmura, su mente llenándose de sombrías imágenes de la imponente estructura—. Es un lugar siniestro y lleno de peligros. Ese maldito llevó a los niños allí.

— Sí. Y es aún más peligroso para quienes no conocen el lugar —asiente, su voz demostrando preocupación—. Pero, primero, necesitamos leer esta carta que Joseph Monte dejó para la reina.

Los soldados entregan la carta a Dominic, quien la desdobla con cuidado y comienza a leer en voz alta para Maya y los demás presentes en la sala.

A la reina,

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