◈ ━━━━━━━ ◆ ━━━━━━━ ◈
—Vamos Maya, empuja, fuerza.
—No puedo Sara, me duele mucho.
Maya había entrado en trabajo de parto en medio de la noche, tomando a todos por sorpresa. Sara le pidió a su esposo Wilson que fuera a llamar urgentemente a la partera y a la señora Lily apresuradamente, para ayudar en el parto.
Maya, con el rostro pálido y sudoroso, apretaba la mano de Sara con mucha fuerza. Los gritos y gemidos de dolor llenaban la pequeña habitación decorada con finos tapices y velas que oscilaban con el viento que entraba por la ventana abierta. Sus hermanos Anthony y Valério fueron quienes dieron monedas a Sara para hacer la decoración.
—Quédate conmigo, querida. Sé que duele, pero debes ser fuerte. —La voz de Sara era tranquila y firme, tratando de transmitir confianza a la joven madre que sufría.
—Tengo miedo, Sara. —La voz de Maya estaba quebrada por el cansancio y el dolor.
La señora Lily tomó un paño húmedo, limpiando el sudor de la frente de Maya. —Lo sé, mi querida. Pero debes confiar en mí. Estás casi allí. Solo un poco más y pronto tendrás a tu bebé en los brazos.
De pronto, un grito cortó el aire. Maya se retorció en la cama, los músculos de su cuerpo tensándose con el esfuerzo. Sara, con años de experiencia, sabía que el momento estaba cerca.
—Vamos, Maya, una vez más. ¡Con fuerza! —Instruyó Sara.
Maya reunió todas sus fuerzas, empujando con todo lo que tenía. Y entonces, un llanto agudo y débil cortó el tenso silencio de la habitación. La señora Lily, con manos firmes y delicadas, tomó al bebé, limpiándolo y envolviéndolo en un paño limpio. Se acercó a Maya con el bebé en brazos, sus ojos llenos de lágrimas.
—Es una niña. —Anunció ella con una voz llena de emoción.
Maya, exhausta, pero radiante, extendió los brazos para recibir a la niña. —Mi pequeña. —Murmuró, sus ojos llenándose de lágrimas mientras miraba a la pequeña criatura que acababa de traer al mundo.
Sara, con lágrimas en los ojos, comenzó a acariciar la cabeza de la niña y le dio un beso en la frente.
—Has hecho un trabajo maravilloso, querida. Ella es perfecta. —Dijo, sintiéndose orgullosa de Maya. Esa mujer desconocida que, sin pensarlo dos veces, la apoyó con mucho cariño y amor, convirtiéndose en una madre.
Maya, aun con todo cansancio, sentía un amor y una conexión instantánea con la pequeña criatura en sus brazos. Sabía que, a partir de ese momento, su vida nunca sería la misma. Ahora tenía a alguien por quien vivir, luchar y proteger. Estaba decidida a dar lo mejor de sí misma para su hija.
—¿Cómo se llamará la bebé? —Preguntó la señora Lily.
—Se llamará Aurora, como mi querida abuela.
Todos en la habitación sonrieron, encantados con el nombre. Sara, con sus ojos aún llorosos, dijo:
—Aurora... es un nombre hermoso. Significa el amanecer, un nuevo comienzo. Es perfecto para ella.
Maya acarició el rostro del bebé, sintiendo la piel suave y delicada bajo sus dedos. —Sí, un nuevo comienzo para ambas. —Murmuró, besando la frente de la pequeña Aurora.
Después de un tiempo, cuando la madre y la hija ya estaban limpias, Sara enseñó a Maya cómo amamantar de la manera correcta, y al parecer, la pequeña Aurora había nacido con bastante hambre.
—Déjala mamar a voluntad. A partir de hoy, tus pechos pertenecen a la pequeña Aurora —comentó Sara, haciendo reír a Maya—. Ella te indicará cuando esté satisfecha.
ESTÁS LEYENDO
La Reina
RomanceUn único error hizo que Lady Maya Kensington pagara un precio muy alto. Juzgada por la sociedad y rechazada por su propia familia, Lady Maya fue obligada a dejar la corte y marcharse lejos donde pudiera intentar empezar de nuevo con su vida. Sin emb...