Capítulo 8: Descubriendo Verdades

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—Ya tengo la información completa de tu pequeña fiera, Dominic. —Comenta Víctor, quien acaba de entrar en el despacho privado del Rey.

—¿Qué información me traes? —Pregunta el Rey ansioso por saber más sobre Maya. Esa joven que lo cautivó desde el primer momento.

Dominic apenas podía ocultar la ansiedad en su voz. Maya había sido un misterio desde el momento en que entró en su vida. Cada gesto, cada palabra de ella parecía llevar consigo un secreto que él deseaba desentrañar. Su mirada inocente, pero al mismo tiempo triste, decía más de lo que ella mostraba.

Habían pasado días desde su encuentro en el pueblo. Ese mismo pueblo que a Dominic le gustaba mucho por recordar su infancia, cuando su difunto padre los llevaba a él y a sus hermanas para pasar las vacaciones en el campo.

—Bueno, su nombre es realmente Maya.

—Eso ya lo sabíamos. Quiero más. ¿Quiénes son su familia, qué come, qué bebe, a qué hora duerme? Más detalles.

Víctor, con una mirada astuta y satisfecha, se inclinó en la silla, cruzando los brazos. —Tu interés por ella es más que evidente, Dominic. Pero te daré lo que deseas. La familia de Maya es originaria del Norte, una familia bastante conocida en la corte, por cierto.

—¿Cómo es eso? —Pregunta él, curioso por no entender por qué una chica de la corte trabaja en una simple posada.

—Maya, o mejor dicho, Lady Maya Safira Kensington. —Dominic abre la boca, sorprendido por la revelación de Víctor.

—Exacto, mi amigo. La hija del Conde Kensington, la joven que el desgraciado de Joseph Monte deshonró.

Dominic sintió como si el suelo hubiera desaparecido bajo sus pies. ¿Maya Kensington? ¿La hija del influyente Conde Kensington? Casi no podía creerlo.

—¿Ella? ¿Trabajando en una posada? —Pregunta Dominic, aun tratando de asimilar la información.

Víctor asiente. —Después del incidente con Joseph Monte, su exnovio, la reputación de Maya quedó arruinada. Fue un escándalo en la corte. El Conde, para proteger la honra de la familia, según él, prefirió darle la espalda a su única hija, sin importarle si vive o muere. Y, al parecer, encontró refugio en el Valle del Mirante.

Dominic sintió un nudo en el estómago y al mismo tiempo una gran rabia. Conocía la historia. Joseph Monte, un mujeriego y frecuentador de la corte, tenía la fama de involucrarse con diversas mujeres aprovechando su estatus. La historia de su relación con Maya había sido uno de los mayores escándalos del año.

—¿Cómo descubriste esto? —Preguntó Dominic, mirando fijamente a Victor.

Víctor sonrió, bastante satisfecho consigo mismo. —Tengo mis métodos. Además, no es difícil para alguien con mis recursos rastrear a una persona, incluso si intenta esconderse.

—¿Cómo sus padres fueron capaces de hacerle eso? Es una joven que fue engañada por aquel en quien creía que sería su futuro esposo.

Víctor suspiró, su mirada volviéndose más sombría. —La corte y sus juegos de poder, Dominic. Para ellos, el honor y la reputación de la familia son más importantes que el bienestar de una joven inocente. Y, desafortunadamente, muchas veces, las mujeres terminan pagando el precio más alto.

Dominic negó con la cabeza, incrédulo. —Esto es injusto. Maya no merece lo que le ha sucedido.

—El conde y la condesa dejaron claro a voces que, para ellos, Maya está muerta. No quieren saber nada de ella. Según mi informante, su nombre está prohibido ser mencionado en el palacio de los Kensington.

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