Capítulo 18: Un nuevo juego ha comenzado

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Así fue como ocurrió la tan esperada ceremonia de coronación de la nueva reina de Herden. Bajo la mirada atenta de aquellos que realmente estaban felices por ella, y también de aquellos que respiraban odio por las narices. Mientras Maya y Dominic salían de las puertas del palacio para saludar a la multitud que los esperaba, Lady Mary estaba a punto de desmoronarse debido a la rabia que sentía.

—¡Ahhh! —Gritó ella dejando salir todo el estrés de tener que ver a Maya usando la corona imperial—. Esta desgraciada me robó mi lugar. La odio con todas mis fuerzas.

—Deja de gritar, Mary. No olvides que estamos en el palacio y hay guardias por todas partes. —Frederica declaró sintiendo un tremendo miedo de que alguien los escuchara.

—Yo también la odio. Siempre se creyó mejor que todas, siempre hizo hincapié en lo diferente que era. Y ahora resulta que vuelve como reina —espeta Denise furiosa al recordar la reacción de Joseph al ver a Maya entrar en la sala del trono—. ¿Cómo puede un hombre tan sabio como el rey casarse con una ramera como ella? Porque eso es lo que es, una ramera que no dudó dos veces antes de entregarse a Joseph.

—Parece que la suerte conspira a su favor. —Completa Frederica y Mary bufó poniendo los ojos en blanco.

—Esto no quedará así. Esta desgraciada me pagará.

—Calma, Mary. La gente se está riendo de ti por el estado en que te encuentras.

—¡Cálmate una mierda, Denise! ¿No ves que esta ramera ahora tiene el poder absoluto sobre el reino de Herden? El rey le entregó el cetro del poder. Puede mandar y desmandar como le plazca.

—No necesitas gritar, porque vi con mis propios ojos. Quién sabe qué hizo para conseguir que el rey le entregara el cetro del poder.

—Es mi lugar. Yo debería haber sido coronada como reina y recibir ese maldito cetro, no ella. —Afirma Mary Barbant llorando en los brazos de su hermana, compartiendo el mismo odio y envidia que sienten por Maya. Y Frederica no se queda atrás.

Aunque sea su cuñada, nunca le ha gustado por el celo que siente al darse cuenta de que Maya siempre ha recibido atención dondequiera que vaya. Una envidia tonta que con el tiempo ha ido creciendo hasta llegar al punto de conspirar con los Montes y Barbant para arruinar los negocios de la familia Kensington, afectando directamente la reputación de Maya.

—Debemos ser cuidadosas, Mary. Cualquier movimiento precipitado solo resultará en exponernos aún más. —Aconsejó mientras observaban a los guardias pasar por los pasillos.

Denise, por su parte, estaba decidida a no dejar que Maya disfrutara de su nueva posición sin enfrentarse a desafíos.

—No podemos permitir que se sienta segura. Debemos encontrar formas de socavar su autoridad, destruir su reputación a los ojos del pueblo. —Sugirió, con un brillo maligno en los ojos.

—Tienen razón. Debemos actuar con cautela, planear cada paso con precisión. No podemos permitir que esta usurpadora triunfe sobre nosotras. —Concluyó, mientras su mente bullía con esquemas para socavar la confianza del pueblo en Maya.

Mientras Maya era recibida con celebración en las calles de Herden, un trío de mujeres determinadas conspiraban para derrocar a la nueva reina y restaurar lo que consideraban su legítimo derecho al trono. El juego de poder e intriga apenas comenzaba, y el destino de Herden pendía de las acciones de estas mujeres sedientas de venganza.

De regreso al palacio, Maya y Dominic se dirigieron al salón de baile, donde se celebraría un baile en honor a la nueva reina. Los honorables miembros de la corte de Herden esperaban al rey y la reina, asombrados por la lujosa decoración del salón de baile real. Dominic quería que los hipócritas que habían juzgado a Maya sintieran el peso de sus acciones, y estaba decidido a mostrar a toda la corte que ella era la reina de todos.

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