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El tiempo pasaba y Maya no podría estar más feliz de ver a su pequeña hija crecer saludable y rodeada de mucho amor. Aurora se convirtió en la joya de la posada, era consentida y cuidada por todos. Los gemelos Mafalda y César, hijos de Sara y Wilson, no se separaban de ella, hasta el punto de querer que Aurora durmiera con ellos.
Anthony y Valério también llegaron después de pasar tres días en la posada para estar cerca de ellas, trayendo cartas de Magdalena y Eva, amigas de Maya en la corte. Por otro lado, Maya sintió una enorme tristeza al ver que, a pesar de todo ese tiempo, sus padres no podían perdonarla, sin querer saber nada de ella.
Maya, a pesar del dolor que sentía por la falta de comprensión de sus padres, decidió concentrarse en el amor y apoyo que recibía de sus amigos y la familia que la acogió. Se sentía agradecida por tener a Anthony y Valério, quienes no solo le proporcionaban alegría, sino que también le traían noticias de Magdalena y Eva. Las cartas de estas amigas eran como un bálsamo para su alma, recordándole los días felices que pasaron juntas en la corte.
—Maya, ven, rápido.
—¿Qué pasa, Clara?
—No preguntes mucho y ven ahora mismo. Tienes que venir a ver esto. —Dijo Clara, tirando de Maya, que estaba extendiendo la ropitas de Aurora. La llevó de las manos hasta la recepción, donde encontraron a un hombre esperándola.
—¿Señorita Maya? —Ella titubeó por unos segundos, pero finalmente respondió.
—Sí, soy yo. ¿Qué desea el señor?
El hombre parecía un poco nervioso, pero trató de disimularlo con una sonrisa amigable. Sostenía un sobre en sus manos y lo extendió hacia Maya.
—Este paquete fue enviado para la señorita junto con esta carta. —Habla, mirándola con expectación, mientras Sara y Clara concentraban sus ojos en el baúl que fue enviado.
—¿Estás seguro? —Preguntó Maya sorprendida.
—En absoluto.
Maya aceptó el sobre y miró el baúl. Era de madera oscura, con detalles en metal dorado, con un diseño imperial y acabados perfectos. Ella tocó el baúl suavemente, sintiendo la textura bajo sus dedos.
—Está bien, gracias. —Dijo al hombre, quien asintió y se retiró.
Clara y Sara estaban ansiosas por saber qué había en el paquete, pero Maya pidió un momento para leer la carta primero. Abrió el sobre con cuidado y comenzó a leer.
La carta tenía un sello real, confirmando que provenía de la corte. Pero el contenido la sorprendió. Era una hermosa carta de Dominic que decía lo siguiente:
He sabido que diste a luz a una hermosa niña que nació sana y fuerte, y quiero felicitarte. Me encantaría estar presente, pero el deber me llama. Así que, recibe este pequeño regalo que te envío con mucho cariño.
Alexander, o mejor dicho, "Ogro"
Maya cerró los ojos, dejando escapar una sonrisa emocionada al recordar el apodo que le dio a Dominic. Antes del nacimiento de Aurora, ella había recibido algunas cartas de él, y ahora más que nunca estaba feliz de ver que él no la había olvidado. Sin embargo, no quería crear expectativas en nada, porque entendía perfectamente que en su situación a veces era mejor cerrarse al amor. Otra desilusión no estaba en sus planes.
—Ahora nos dirás quién envió esto, ¿verdad? —Preguntó Clara extremadamente curiosa.
—La curiosidad mató al gato, Clara. —Bromeó ella guardando la carta y volviéndose hacia el baúl.
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La Reina
RomansaUn único error hizo que Lady Maya Kensington pagara un precio muy alto. Juzgada por la sociedad y rechazada por su propia familia, Lady Maya fue obligada a dejar la corte y marcharse lejos donde pudiera intentar empezar de nuevo con su vida. Sin emb...