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Dominic se sumergía en un mar de remordimiento y culpa, mientras Maya caminaba por los pasillos del palacio con el corazón roto. Cada paso era pesado, como si cargara no solo con el peso de su propio dolor, sino también con la angustia de ver a Dominic, tan perturbado.
Al llegar a los aposentos de los niños, Maya fue recibida con sonrisas radiantes y abrazos cálidos. A pesar de todo lo que estaba sucediendo en su vida personal, el amor y la alegría de los niños eran un reconfortante alivio para su alma herida. Se dedicó a cuidar de ellos, jugando, contando historias y transmitiendo todo el cariño que tenía en su corazón.
Mientras tanto, Dominic permanecía inmerso en sus pensamientos, luchando contra sus demonios internos. Sabía que necesitaba actuar rápidamente para remediar la situación y reconquistar la confianza de Maya. Levantándose de la silla con determinación, decidió que no descansaría hasta encontrar una manera de demostrar su amor y devoción hacia ella.
Con pasos decididos, Dominic partió en busca de su amada, y en medio del camino se encontró con la reina madre, que iba hacia él con cara de pocos amigos. Observó detenidamente el rostro de su madre y se dio cuenta de que ella ya sabía de la discusión con Maya.
—Regresa de donde viniste, porque necesito hablar contigo. —Le informó con aire de autoridad, y él, como hijo, sabía perfectamente que cuando su madre estaba en ese estado era mejor no discutir en su contra.
—Está bien, madre. Podemos ir.
Dominic siguió a su madre por los pasillos del palacio, sintiendo el peso del tenso silencio que flotaba entre los dos. Sabía que la reina madre no andaba con rodeos y probablemente lo confrontaría sobre su discusión con Maya.
Una vez que llegaron a los aposentos del rey, Dominic cerró la puerta y al darse la vuelta recibió una bofetada en la mejilla izquierda por parte de la reina madre, que mantenía una expresión seria.
—¡Madre!
—Eso es lo que tu esposa debería haber hecho.
Dominic recibió la bofetada con sorpresa, sintiendo el impacto resonar en todo su ser. Sabía que se lo merecía, sabía que sus palabras hacia Maya habían sido injustas y crueles. Miró a su madre con humildad, sin intentar defenderse, sabiendo que ella tenía todo el derecho de estar furiosa con él.
La reina madre respiró profundamente, intentando controlar su propia ira antes de hablar.
—Dominic, has decepcionado no solo a Maya, sino también a mí. ¿Cómo pudiste tratar de esa manera a una mujer tan amable y amorosa? Ella está sufriendo por tu culpa —comentó decepcionada con su hijo—. Todos pueden dudar de ella, excepto tú. ¿Qué pasó por tu cabeza para pensar tal barbaridad? Tú, mejor que nadie, conoces su historia, y pensar que te traicionaría con Joseph fue muy cruel.
Dominic bajó la mirada, avergonzado por su propia conducta.
—Lo sé, madre. Actué impulsivamente, dejé que mis inseguridades y miedos se apoderaran de mí. Pero amo a Maya más que a nada, y haré lo que sea necesario para arreglar las cosas entre nosotros —dijo sinceramente.
—¿No te das cuenta de que esto es lo que quieren nuestros enemigos? Sembrar discordia para que dudes de ella.
Las palabras de la reina madre resonaron en la mente de Dominic, penetrando profundamente en su conciencia. Levantó la mirada para enfrentarla, absorbiendo cada sílaba con una sensación de peso en su corazón.
—Entiendo, madre. Entiendo ahora. —Respondió Dominic, con una mezcla de arrepentimiento y determinación en su voz. Se dio cuenta de que sus dudas no eran más que manipulaciones externas, alimentadas por sus propios miedos e inseguridades.
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La Reina
RomansaUn único error hizo que Lady Maya Kensington pagara un precio muy alto. Juzgada por la sociedad y rechazada por su propia familia, Lady Maya fue obligada a dejar la corte y marcharse lejos donde pudiera intentar empezar de nuevo con su vida. Sin emb...