Capítulo 31: La Cruel Verdad

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— ¡Maldición! — Exclamó Joseph al entrar en su casa.

La duquesa, con una mirada preocupada, se dirigió hacia ellos para saber por qué ambos estaban frustrados y enfadados.

— ¿Lograron expulsar a esa repugnante familia de las tierras?

— No, madre —respondió Joseph, indignado—. Nuestros planes fueron arruinados. Esa estúpida de Maya llegó justo cuando estábamos intentando echarlos. Y, además, la mayoría de nuestros hombres fueron detenidos y serán juzgados por atentar contra los soldados de la guardia real.

La duquesa frunció el ceño, una mezcla de preocupación y enfado estampada en su rostro. Respiró hondo antes de responder, tratando de mantener la compostura ante la delicada situación.

— ¿Cómo se atrevieron? —murmuró, más para sí misma que para su hijo y su esposo—. Este era un plan meticulosamente elaborado. ¿Cómo pudieron fallar tan miserablemente?

Joseph bajó la cabeza, sintiéndose desilusionado y frustrado.

— La desgraciada que tenemos como reina una vez más arruinó nuestros planes. Ella ya se está convirtiendo en una piedra en nuestros zapatos, pero esta vez ha cruzado el límite. —Espetó el duque Robert Monte, visiblemente desconcertado ante la astucia de Maya.

— Y para empeorar las cosas, la familia Brown sí tiene la escritura que prueba que la propiedad es suya. —Añadió Joseph, revelando una verdad que la duquesa no esperaba.

— ¿Cómo es posible? El escribano nos aseguró que no existía ninguna escritura. Y por eso, falsificamos otra —La duquesa sintió un nudo en la garganta. Aquello complicaba aún más la delicada situación en la que se encontraban—. ¿Entonces, el escribano nos traicionó? —Preguntó ella, su voz cargada de incredulidad.

Joseph asintió seriamente.

— Parece que sí, madre. Nos engañó, y caímos en la trampa. Ahora, además de lidiar con la interferencia de Maya, tenemos que enfrentar la verdad de los documentos. Y, entre nosotros, sabemos que la reina no escatimará esfuerzos en castigarnos.

— Esto es un desastre completo —murmuró, más para sí misma que para los demás—. ¿Y ahora? ¿Qué haremos?

La duquesa levantó la barbilla, sus ojos centelleando con la maldad que la caracterizaba.

— No hay tiempo para lamentaciones. Necesitamos actuar rápidamente. Necesitamos eliminar a esa meretriz de Maya Kensington. No podemos permitir que nos venza.

— ¿Crees que aún no lo hemos pensado? —Preguntó el duque dirigiéndose a su esposa—. El problema es que cuando sale del palacio siempre está muy bien acompañada. No es tan fácil como parece.

— Pero tampoco es imposible.

El duque Robert asintió, reflexionando sobre las palabras de su esposa.

— Tienes razón, mi querida. Tal vez tengamos que considerar otros enfoques. Necesitamos encontrar una manera de deshacernos de Maya Kensington sin levantar sospechas sobre nosotros. Cualquier error ahora podría ser catastrófico.

Joseph miró a sus padres, ofreciendo una sonrisa maliciosa, aprobando la idea.

— Sin embargo, antes necesito divertirme nuevamente con ella.

La duquesa arqueó una ceja, sorprendida por la sugerencia de Joseph. Miró a su hijo, sin entender completamente lo que quería decir.

— ¿Divertirte? —Repitió, incierta.

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