EL GUARDIÁN

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El tiempo transcurrió en el antiguo templo, donde Teodoro, impulsado por la inextinguible curiosidad que definía su existencia, dedicó sus días a pulir el control sobre la divinidad que fluía en sus venas. La sangre divina de Poseidón, antes una fuerza desbordante e incontrolable, se volvió un poder que Teodoro aprendió a dominar con gracia y maestría.


El santuario, restaurado a su antigua gloria, se convirtió en el hogar donde Teodoro buscaba comprender las profundidades de su divinidad. Sin embargo, la paz no duraría mucho, ya que la tranquila atmósfera del templo se vio amenazada por la presencia de intrusos.


La noticia de invasores que se acercaban al santuario despertó la alerta en Teodoro. A pesar de poseer el poder de un dios, decidió enfrentar a los intrusos sin recurrir a sus habilidades divinas. Quería poner a prueba su destreza en combate cuerpo a cuerpo como con armas.


Impulsado por su deseo de proteger el antiguo templo y sus misterios, Teodoro asumió el papel de guardián solitario contra aquellos que intentaran profanar el santuario. Se movió con gracia y agilidad, su figura iluminada por la luz tenue del templo, mientras se enfrentaba a los intrusos con una destreza sin igual.


Cada encuentro era una danza silenciosa, donde Teodoro demostraba su maestría en el arte del combate. Inicialmente, enfrentó a los invasores solo con sus habilidades físicas, empleando movimientos fluidos y precisos para neutralizar cualquier amenaza. Sin embargo, pronto reconoció la necesidad de ampliar sus habilidades.


Dedicó tiempo a perfeccionar su destreza tanto con la espada como con la lanza. Cada enfrentamiento se volvió una oportunidad para aprender y mejorar, una expresión de su dedicación inquebrantable para convertirse en un protector formidable del antiguo templo.


En las profundidades del santuario, el eco de las luchas resonaba, marcando la presencia de un guardián que se elevaba como un símbolo de protección y valentía. Mientras las luchas continuaban, Teodoro exploraba los límites de su divinidad, desentrañando capas más profundas de poder que yacían latentes en su ser.


La luz titilante de las antorchas iluminaba las cámaras del antiguo templo mientras Medusa, con sus ojos de serpiente, buscaba a Teodoro. Encontró al joven guardián, con su figura imponente.


"Teodoro", llamó Medusa con una suave pero firme entonación. Teodoro se volvió hacia ella, sus ojos verdes reflejando la luz danzante de las llamas. "¿Has visto intrusos?


Teodoro asintió, su expresión marcada por la seriedad. "Sí, madre. He estado repeliendo intrusos que se aventuraron en el templo. He enfrentado la amenaza solo, utilizando solo mis habilidades físicas y mis habilidades con armas."


Los ojos de serpiente de Medusa estudiaron el rostro de Teodoro, evaluando su respuesta. "¿Dónde están los cuerpos de aquellos que has enfrentado?", preguntó ella con una curiosidad tranquila, pero inquisitiva.


Teodoro señaló hacia una galería lateral, donde yacían los intrusos derrotados. "Los he dejado fuera de la vista, en un lugar donde no perturben la armonía del templo."


Basándose en su experiencia, Medusa le recomendó a Teodoro petrificar directamente a los intrusos, la sugerencia resonaba en las aguas silenciosas del templo, pero Teodoro, con una chispa de determinación en sus ojos verdes, elevó una pregunta antes de llevar a cabo la medida drástica.


"Madre, ¿puedo, antes de petrificarlos, enfrentarme a ellos en combate? Creo que puedo aprovechar la oportunidad para mejorar mis habilidades y fortalecerme contra futuras amenazas", planteó Teodoro con una mezcla de respeto y deseo de superación.


Medusa contempló la petición de su hijo, reconociendo la valentía y la lógica detrás de su solicitud. Sus ojos de serpiente reflejaban una consideración profunda antes de responder.


"Teodoro, entiendo tu deseo de crecer y fortalecerte. Es sabio buscar oportunidades para mejorar, pero también debemos ser cautelosos. Estos intrusos ya han demostrado ser una amenaza, y enfrentarlos puede tener riesgos. Sin embargo, confío en tu habilidad y juicio. Si decides luchar, hazlo con prudencia y asegúrate de que la balanza entre el riesgo y la recompensa esté equilibrada."


La respuesta de Medusa llevaba consigo la sabiduría de una madre preocupada por la seguridad de su hijo, pero también reconocía la necesidad de desafíos para el crecimiento personal. Teodoro, agradecido por la comprensión de su madre, asintió con seriedad.


"Entendido, madre. Seré cauteloso y buscaré aprender sin poner en peligro mi seguridad ni la del templo", prometió Teodoro, expresando su resolución de enfrentarse a los intrusos antes de tomar medidas drásticas.


Con esa comprensión mutua, madre e hijo se prepararon para el desafío inminente. La decisión de Teodoro estaba tomada, y el templo submarino aguardaba el eco de las luchas que resonarían en sus cámaras, con la esperanza de que cada desafío superado fortalecería a Teodoro.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora