PREPARACIONES

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La conversación entre Teodoro y Emporios después del incidente con el esclavo rebelde reveló una diferencia de perspectiva en cuanto al uso de la fuerza como medio de disciplina. Emporios, aunque impresionado por la determinación y la habilidad de Teodoro para mantener el orden, advirtió sobre la importancia de la moderación y el uso adecuado de la fuerza en situaciones similares.


Teodoro, confundido por la reacción de Emporios, explicó que simplemente había aplicado lo que había aprendido sobre observación y respuesta rápida. Según sus enseñanzas, al darse cuenta de que el esclavo no representaba una amenaza real, optó por neutralizarlo lo más rápido posible para evitar un enfrentamiento prolongado y peligroso.


Emporios, aunque reconocía la lógica detrás de la acción de Teodoro, señaló que el uso de fuerza extrema como castigo debía reservarse para situaciones graves y excepcionales. Le recordó a Teodoro que, si bien era importante mantener el orden y la disciplina, también lo era utilizar métodos de castigo más proporcionales para situaciones menos críticas.


Teodoro entendió la importancia de la moderación y la reflexión en el uso de la fuerza como herramienta de disciplina. A partir de ese momento, se comprometió a considerar cuidadosamente el contexto y la gravedad de cada situación antes de recurrir a medidas extremas, buscando alternativas más equilibradas y justas cuando fuera posible.


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Emporios, intrigado por la extraordinaria fuerza y resistencia de Teodoro, decidió consultar al tutor que había estado a cargo de su entrenamiento en combate cuerpo a cuerpo y manejo de armas. Al indagar sobre la opinión del tutor, este expresó su asombro ante la naturaleza impresionante de Teodoro.


El tutor describió a Teodoro como una fuerza de la naturaleza, destacando su capacidad para mantener un nivel de energía y resistencia que desafiaba toda explicación convencional. Comparó su rendimiento con el de los mejores mercenarios, señalando que incluso con un entrenamiento riguroso, pocos podrían igualar la fuerza y ​​resistencia de Teodoro.


Ante la pregunta de Emporios sobre la posible explicación de esta habilidad sobrehumana, el tutor planteó dos posibilidades intrigantes: o bien Teodoro había sido bendecido de alguna manera especial, otorgándole habilidades más allá de lo común, o simplemente había nacido con una fuerza y ​​resistencia monstruosas, que lo distinguían como un individuo excepcional desde su nacimiento.


La revelación del tutor dejó a Emporios reflexionando sobre la verdadera naturaleza de Teodoro y las implicaciones de su fuerza sin igual. A partir de ese momento, comenzó a considerar cómo podría aprovechar esta extraordinaria habilidad en beneficio propio, al mismo tiempo que se preguntaba sobre los misterios que rodeaban el origen de Teodoro y su potencial aún por descubrir.


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Mientras Teodoro lideraba hábilmente al grupo de esclavos en un ejercicio de trabajo en equipo, Emporios lo observaba desde la distancia, reflexionando sobre la situación. Aunque inicialmente había considerado preguntar a Teodoro sobre su pasado y la razón detrás de su fuerza sobrehumana, una revelación repentina lo llevó a detenerse en seco y a reírse entre dientes.


Emporios se dio cuenta de lo absurdo que era su impulso de indagar sobre los secretos de Teodoro. Se sorprendió al reconocer que Teodoro nunca había mostrado interés en su propia historia ni había pedido explicaciones sobre la vida de Emporios. Esta revelación lo hizo darse cuenta de la confianza plena que Teodoro depositaba en él, una confianza que lo conmovió profundamente.


Recordando la traición de la tripulación anterior y el nivel de paranoia que había experimentado, Emporios reconoció que había sido demasiado cauteloso en su relación con Teodoro. Se sintió avergonzado por haber considerado interrogar a alguien que confiaba en él sin reservas.


Con un cambio en su perspectiva, Emporios se alejó, decidido a respetar la confianza mutua que compartía con Teodoro y a dejar de lado cualquier duda o inquietud que pudiera haber albergado anteriormente. En su lugar, se concentró en encontrar a los responsables de la traición pasada y en asegurarse de que enfrentaran las consecuencias de sus acciones.


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Emporios, decidido a encontrar a los traidores de su antigua tripulación, comenzó a utilizar sus vastas redes de contactos y relaciones comerciales para rastrearlos. Cada día enviaba mensajes a otros comerciantes, capitanes de barco y puertos cercanos, buscando cualquier pista sobre el paradero de aquellos que habían traicionado su confianza y robado su barco. Su deseo de justicia y venganza lo impulsaba a no dejar piedra sin voltear en su búsqueda.


Sin embargo, Emporios no sabía que su búsqueda sería en vano. La antigua tripulación, después de haber robado el barco, había decidido aventurarse en alta mar para evitar cualquier persecución. En su huida desesperada, se adentraron más y más en las profundidades del océano, confiando en que la vasta extensión de agua los mantendría a salvo de cualquier represalia.


El destino, sin embargo, tenía otros planes. Una feroz tormenta se formó en el horizonte, azotando con furia el barco robado. Los traidores, sin la pericia necesaria para navegar en condiciones tan extremas, lucharon por mantener el control. Las olas gigantescas y los vientos implacables los empujaron sin piedad, y sus esfuerzos resultaron inútiles. La tormenta era implacable, y el barco, frágil ante la ira del mar, no pudo soportar la embestida.


Finalmente, el barco sucumbió a la tormenta y se hundió, llevándose consigo a toda la tripulación. Las profundidades del océano se convirtieron en su tumba, y ningún rastro quedó de su existencia. Los cuerpos, el barco y los secretos de su traición se perdieron en el abismo, donde el mar guarda sus misterios y no los devuelve.


Mientras tanto, en tierra firme, Emporios continuaba su búsqueda incansable. Cada pista que seguía se desvanecía en la nada, y cada rumor que investigaba resultaba ser falso. Frustrado pero no derrotado, no podía entender cómo la tripulación había logrado desaparecer sin dejar rastro alguno.


Teodoro observaba a Emporios en su esfuerzo, reconociendo la intensidad de su deseo de justicia. Aunque no compartía del todo la sed de venganza de Emporios, entendía la necesidad de su mentor de cerrar ese capítulo de su vida.


—No he encontrado ninguna pista confiable —admitió Emporios un día, cansado y desanimado.

—Quizás, el mar decidió hacer justicia por su cuenta —respondió Teodoro con calma.


Emporios, aunque no totalmente convencido, decidió enfocar sus energías en otros asuntos más productivos. La formación de Teodoro y el crecimiento de su nuevo negocio requerían su atención. Mientras tanto, el mar guardaba su secreto, y los traidores yacían en el fondo del océano, olvidados por el mundo pero recordados por Emporios, cuya búsqueda se convertiría en una lección sobre la imprevisibilidad del destino y la justicia implacable de la naturaleza.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora