DELFOS

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Yo nací en una familia numerosa. Vivíamos en una de las aldeas alrededor de Delfos, por lo que estábamos muy influenciados por la presencia de los oráculos y sus predicciones. Un día, una oráculo mayor pasó por la aldea y compró tanto a mi hermana mayor como a mí. Nos llevó a su templo, y así empezó una nueva vida para nosotras.


Mi infancia fue tranquila. Fui la sirviente de mi hermana, quien se convirtió en una de las aprendices de la oráculo mayor. Aunque no era la más talentosa entre las aprendices, mi hermana destacaba por ser la más joven y una de las más bellas. Era la favorita de la oráculo mayor, y su belleza le abría muchas puertas.


A lo largo de los años, observé y aprendí en silencio. Mi hermana, aunque amada y protegida, siempre tenía una sombra de tristeza en sus ojos. La vida de una oráculo no es fácil, incluso para las más favorecidas.


Al principio, el nuevo ambiente me asustaba. Las estrictas normas del templo, las ceremonias y los rituales, todo era abrumador para una niña que había vivido una vida sencilla en la aldea. Pero tener a mi hermana a mi lado me daba fuerzas. Su presencia era un consuelo constante, y gracias a ella, mis temores se desvanecían. Nos apoyábamos mutuamente en todo momento, y eso hizo que el cambio fuera mucho más llevadero.


Mi hermana me enseñó todo lo que aprendía. Compartía conmigo sus conocimientos y experiencias, y poco a poco, empecé a entender y a adaptarme al mundo de los oráculos. Aunque mi rol era servirla, nuestra relación era más de compañeras que de sirviente y aprendiz. Ella me protegía y me guiaba, y yo la asistía en todo lo que podía.


La vida en el templo, aunque dura, se volvió menos intimidante con el tiempo. Mi hermana y yo formamos un pequeño mundo dentro de esas paredes sagradas, y juntas, enfrentábamos cualquier desafío que se nos presentara.


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El tiempo pasó y mi hermana logró enseñarme todo lo que sabía. Sin embargo, mantuve ocultas mis propias habilidades, temiendo que pudieran atraer la atención indeseada. Durante ese mismo período, la facción o grupo al que mi hermana pertenecía estaba perdiendo a oráculos con habilidades reales. La presión sobre ella aumentaba, y sentía el peso de la responsabilidad.


Un día, la oráculo mayor le encomendó una tarea especialmente complicada a mi hermana. Debía realizar el proceso de ofrenda a un dios menor de un río, con el propósito de asegurar una cosecha abundante para una aldea. Esta tarea era crucial, y fallar en ella podría tener graves consecuencias para todos.


La notificación de esta tarea llegó en un momento muy desafortunado. No le dieron a mi hermana suficiente tiempo para prepararse con cuidado. A pesar de ser talentosa y dedicada, sabía que esta misión requería una preparación minuciosa y precisa.


En ese momento, yo estaba enferma y no pude acompañarla ni ofrecerle mi apoyo. Estaba confinada a mi cama, incapaz de moverme. Si hubiera estado en condiciones de acompañarla, podría haber vislumbrado su destino y advertirla del peligro que corría. Pero el destino quiso que en ese momento crítico yo no pudiera estar a su lado.


Mi hermana partió sola para llevar a cabo la ofrenda al dios del río. Confiaba en su conocimiento y en su fe, pero la falta de preparación adecuada y la presión de la tarea la ponían en una situación vulnerable. Mientras ella emprendía su misión, yo permanecía en mi lecho, impotente y preocupada, rezando por su éxito y su seguridad.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora