Teodoro se encontraba sentado en el jardín de la casa que compartía con Emporios, observando cómo el viento movía suavemente las hojas de los árboles. La pérdida de su mentor le había dejado un vacío, y mientras contemplaba el horizonte, se dio cuenta de que la vida que conocía estaba en una encrucijada.
Volver a ser comerciante no le llamaba la atención. El mundo de las transacciones y los números, aunque había sido fundamental en su vida, no le ofrecía el desafío que deseaba. Había experimentado mucho de ese mundo con Emporios, y ahora, sin su guía, el camino en el comercio parecía vacío y sin propósito.
La idea de convertirse en aventurero también le atraía, pero sabía que no sería lo mismo sin el dinamismo y la emoción de sus días junto a Emporios. Aunque había disfrutado de las travesías y de la acción, sentía que había algo más profundo que debía explorar.
Después de mucha reflexión, Teodoro llegó a una conclusión que lo llenaba de una sensación de paz y determinación: el mundo mismo debía ser su nuevo destino. Decidió que emprendería un viaje para caminar por el mundo, no con un propósito específico más allá de observar y experimentar la vida en su forma más pura. Sin preocupaciones económicas, ya que el legado de Emporios le proporcionaba seguridad financiera, Teodoro se preparó para este nuevo capítulo.
Con su mente abierta y su corazón dispuesto a recibir lo que el mundo tenía para ofrecer, Teodoro se despidió de la casa que había sido testigo de tantas memorias. Su nueva travesía lo llevaría a través de diversos paisajes, culturas y experiencias, en busca de entender el mundo de una manera que solo el viaje podía enseñarle. Y así, con un sentido de aventura renovado y una determinación firme, Teodoro partió para explorar el vasto y desconocido horizonte que se extendía ante él.
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Al salir de la mansión de Emporios, se encontró con una mujer de ropas harapientas. Su apariencia era desaliñada, y su cabello desordenado caía sobre su rostro. Teodoro pensó que probablemente estaba a punto de pedir una limosna, pero cuando ella levantó la vista, lo sorprendió al llamarlo por su nombre.
—Hola, señor Teodoro, o debería decir divinidad —dijo con una sonrisa desafiante.
Teodoro guardó silencio, sintiendo que la situación era extraña y desconcertante. La mujer continuó, su voz firme a pesar de su apariencia:
—Déjame entrar, o el mundo sabrá que la mano derecha de Emporios sigue viva.
Teodoro miró a la chica, considerando si debía usar sus poderes, pero finalmente decidió invitarla a entrar. Ella caminó hacia el interior de la mansión, pero de repente se detuvo y se volvió hacia él, con una mirada seria.
—Solo quiero que sepas una cosa —dijo con voz firme—: si no salgo viva de aquí, todos se enterarán.
—Entiendo —respondió Teodoro, manteniendo la calma—. ¿Por qué no comenzamos por explicarte por qué estás aquí y qué es lo que quieres?
—Es complicado, pero si me permites sentarme, puedo explicarte todo con calma.
Teodoro la guió hacia una de las mesas y ambos se sentaron. Ella lo miró a los ojos, y aunque su apariencia harapienta no inspiraba confianza, había algo en su porte que le daba un aire de determinación.
—Sé que no confías en mí —comenzó la chica—, pero por favor, escucha mi historia antes de tomar una decisión. Todo empezó en los alrededores de Delfos...
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EL HIJO DE MEDUSA
FantasyEn los oscuros rincones de la antigua Grecia, emerge una historia olvidada, la del hijo de Medusa la cual narra la vida de Teodoro, un joven destinado a llevar la carga de la maldición materna. Como hijo de la temida Gorgona, Teodoro lucha por encon...