EL COMIENZO

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En los días dorados de la antigua Grecia, cuando los dioses caminaban entre los mortales y sus caprichos moldeaban el destino, se tejía una tragedia en las piedras sagradas del templo de Atenea. En el corazón de esta historia yacía Medusa, una sacerdotisa de sublime belleza, cuya vida tomó un giro oscuro debido a la lujuria divina.


Todo se inicia en la serenidad de uno de los templo que adoraban a Atenea, donde Medusa, dedicada a la diosa de la sabiduría, vivía sus días con devoción y paz. Su belleza resplandecía como un faro, atrayendo miradas y suspiros. Sin embargo, la tranquilidad del templo se vio sacudida cuando Poseidón, dios del mar y señor de las tormentas, la eligió como objeto de sus deseos.


En las profundidades del templo, la violación divina ocurrió, manchando los muros sagrados con el pecado de los dioses. Atenea, furiosa por la transgresión en su lugar consagrado, descargó su ira no solo sobre el dios marino sino también sobre la inocente sacerdotisa. Los cabellos de Medusa, símbolo de su orgullo y belleza, fueron transformados en serpientes retorcidas, y sus ojos, una vez luminosos, se volvieron mortales.


La penalización para Poseidón resultó ser leve; su avatar fue destruido, un percance que apenas rozó la consideración divina. Sin embargo, para Medusa, esto marcó solo el comienzo de su desdicha. Después de la transformación que la convirtió en un ser temido, su existencia fue redirigida hacia una tarea tan inesperada como desafiante.


Atenea, la misma diosa cuyo templo fue profanado, en un acto de celos divinos y justicia implacable, le impuso a la antigua sacerdotisa una nueva misión. Convertida en la Gorgona, Medusa fue condenada a resguardar un templo olvidado de Atenea, un lugar ancestral oculto entre las sombras de la mitología. Este templo, una vez radiante y lleno de devotos, cayó en el olvido de dioses y hombres. Aunque su propósito original se desvaneció en la niebla del tiempo, su importancia aún resonaba en el panteón divino.


La tarea asignada a Medusa era dual: proteger el templo y su sagrado misterio de aquellos que intentaran profanarlo y, al mismo tiempo, expiar la falta que la condujo a este destino. La Gorgona, ahora dotada con una mirada que petrificaba, se convirtió en la guardiana de los secretos sepultados en las antiguas piedras.


EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora