Un día, sin aviso previo ni indicación clara de qué lo había impulsado, Teodoro abandonó su puesto en la entrada exterior del templo y se dirigió hacia donde su madre, Medusa, llevaba a cabo sus tareas cotidianas. Con determinación en su mirada y un aire de resolución en su voz, compartió con ella sus deseos de aventurarse más allá de los confines del templo y explorar el mundo exterior.
Medusa, sorprendida por la solicitud de su hijo, se detuvo en sus quehaceres y lo miró con atención. Durante mucho tiempo, habían vivido en relativa tranquilidad dentro del templo, cumpliendo con las tareas que les habían sido impuestas por los designios divinos. Sin embargo, la chispa de la curiosidad ardía ahora en los ojos de Teodoro, y ella podía sentir el anhelo de libertad que emanaba de él.
Después de un momento de reflexión, Medusa acarició suavemente la mejilla de Teodoro y le aseguró que entendía su deseo de explorar el mundo exterior. Aunque había sido condenada a resguardar el templo como castigo por sus acciones pasadas, no podía negarle a su hijo la oportunidad de buscar su propio destino fuera de aquellos muros antiguos.
Con un suspiro, Medusa accedió a la petición de Teodoro, aunque no sin antes recordarle los peligros que acechaban más allá de los límites del templo. Le advirtió sobre las criaturas peligrosas y los mortales codiciosos que podía encontrar en su camino, instándolo a mantenerse alerta y fiel a sí mismo mientras emprendía su viaje.
Teodoro asintió solemnemente, aceptando las palabras de advertencia de su madre con seriedad. A pesar de los peligros que pudieran esperarlo, estaba decidido a enfrentarlos con valentía y determinación. Con el permiso de Medusa en su corazón y la promesa de regresar algún día, se preparó para emprender su viaje hacia lo desconocido, con la esperanza de encontrar respuestas a las preguntas que lo habían atormentado durante tanto tiempo y descubrir su lugar en un mundo más allá de los límites del templo olvidado.
Con determinación palpable, Teodoro se adentró en una de las cámaras laterales del templo, donde había almacenado los objetos dejados por los osados que habían invadido sus tierras en el pasado. Entre las pertenencias, encontró una variedad de prendas y armas, cada una contando su propia historia de intriga y aventura.
Sus dedos se posaron sobre la empuñadura de una espada, una reliquia del aventurero que había desafiado al templo y a su destino. Era un arma imponente, forjada con precisión y destreza, con el peso del pasado y la promesa del futuro. Teodoro sintió una conexión con ella, como si la espada fuera un símbolo de su propia determinación y coraje.
Junto con la espada, seleccionó cuidadosamente otras prendas y armas que consideraba útiles para su viaje. Entre ellas, una capa resistente para protegerlo del frío y la lluvia, una bolsa de viaje para llevar provisiones y otros suministros esenciales, y una brújula antigua que había sido dejada por un navegante perdido en sus intentos de encontrar el camino de regreso al mar.
Con cada objeto que elegía, Teodoro sentía que se preparaba no solo para un viaje físico, sino también para un viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal. Sabía que el mundo exterior estaba lleno de peligros y desafíos desconocidos, pero también estaba lleno de oportunidades y posibilidades infinitas.
Una vez completados sus preparativos, Teodoro se armó con determinación y resolución. Con la espada del aventurero en su cintura y las herramientas de su viaje a su lado, se preparó para partir hacia lo desconocido, listo para enfrentar lo que el destino le deparara en su búsqueda de respuestas y aventuras más allá de los límites del templo olvidado.
ESTÁS LEYENDO
EL HIJO DE MEDUSA
FantasyEn los oscuros rincones de la antigua Grecia, emerge una historia olvidada, la del hijo de Medusa la cual narra la vida de Teodoro, un joven destinado a llevar la carga de la maldición materna. Como hijo de la temida Gorgona, Teodoro lucha por encon...