RECUERDOS

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En la primera mansión que compraron en Piraeus, un anciano Emporios y Teodoro se encontraban sentados en el salón principal. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, bañando la estancia en tonos cálidos y dorados. Emporios, ahora encorvado por los años pero con los ojos brillantes de sabiduría y experiencia, suspiró profundamente.


—El tiempo no perdona a nadie, Teodoro —dijo, rompiendo el silencio con una voz cargada de melancolía.


Teodoro, cuya apariencia había sido cuidadosamente modificada para reflejar un envejecimiento paralelo al de Emporios, se mantenía en silencio, escuchando atentamente a su amigo y mentor.


Emporios comenzó a relatar historias que le venían a la mente, anécdotas que habían definido su vida y su carrera juntos. Su voz se volvió más animada a medida que hablaba, como si al recordar, reviviera esos momentos de gloria y desafío.


—¿Recuerdas cuando mis rivales intentaron sobornarte? —Emporios esbozó una sonrisa nostálgica. —Pensaron que podrían comprarte, que podrían socavar nuestra alianza con oro y promesas vacías. Pero tú, con tu lealtad inquebrantable, simplemente los eliminaste. Nunca olvidaré la expresión en sus rostros cuando se dieron cuenta de que habían subestimado nuestra conexión.


Teodoro asintió, recordando esos momentos de intriga y traición. Había sido una prueba de su lealtad, y no había dudado en demostrar que su compromiso con Emporios estaba más allá de cualquier oferta material.


Emporios continuó, su voz volviéndose más suave y reflexiva.

—Y los esclavos... —dijo, mirando al horizonte. —Algunos de ellos se convirtieron en líderes de flotas bajo mi mando. Ver cómo evolucionaron, cómo tomaron el control y lideraron con destreza, fue uno de los mayores logros de mi vida. De simples esclavos a comandantes de flotas comerciales, su transformación fue un testimonio del poder de la oportunidad y la confianza.


Teodoro recordó los intensos entrenamientos y las lecciones que había impartido a esos hombres. Habían comenzado como un grupo desorganizado, cada uno hablando su propio idioma, pero bajo su guía, habían aprendido, crecido y finalmente se habían convertido en pilares de la red comercial de Emporios.


La voz de Emporios se tornó grave al recordar uno de los momentos más difíciles de su carrera.

—Y luego estaba el genio que nos puso contra las cuerdas —dijo, su tono lleno de respeto y frustración. —Nos superó en todos los aspectos, utilizando medios justos y estrategias impecables. Por primera vez, tuvimos que aceptar la derrota, acordar compartir parte de nuestras ganancias para poder continuar operando. Fue una lección de humildad y una prueba de nuestra resiliencia.


Teodoro recordó ese desafiante período. Había sido una batalla de ingenio y recursos, y aunque habían perdido parte de sus ganancias, también habían aprendido valiosas lecciones que los habían hecho más fuertes y más sabios.


Emporios suspiró nuevamente, pero esta vez su suspiro estaba lleno de satisfacción y gratitud.

—Hemos vivido muchas cosas juntos, Teodoro. Hemos compartido victorias y derrotas, alegrías y penas. Y aunque el tiempo no perdona a nadie, estoy agradecido por cada momento que hemos pasado juntos.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora