UNA NUEVA NORMALIDAD

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La calma ancestral del templo se resquebrajó tras la desaparición del aventurero legendario. La noticia se extendió como un susurro en el viento, y los intrépidos aventureros, impulsados por la intriga, comenzaron a invadir el antiguo santuario uno a uno. Las sombras que se cernían sobre el lugar no eran solo las del pasado, sino las de futuros inciertos y destinos entrelazados.


 Con cada explorador que cruzaba el umbral, el templo se convertía en el epicentro de una travesía donde la curiosidad y la osadía guiaban a aquellos que buscaban desentrañar los misterios de un santuario olvidado. En la penumbra, Teodoro, el guardián silente, contemplaba cómo los hilos del destino se tejían con cada paso, sabiendo que la tranquila morada de los dioses se convertiría en un crisol de encuentros, desafíos y revelaciones.


Tras un tiempo de incursiones individuales, los aventureros dejaron de llegar al antiguo santuario. El templo, envuelto nuevamente en un manto de quietud, parecía absorber el eco de sus pasos pasados, guardando sus secretos con una paciencia milenaria. 


En el interior del templo, entre pasillos silenciosos y estancias olvidadas, Medusa cumplía las tareas que una vez le fueron encomendadas cuando aún era sacerdotisa de Atenea. Aunque su forma había cambiado, su devoción persistía, y las piedras antiguas atestiguaban su papel como guardiana de secretos sepultados en el tiempo.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora