Empecé a escribir mis ideas, tratando de idear algún plan para convencerte, pero cada intento se desmoronaba en mi mente. Todos los planes que se me ocurrían parecían inútiles, porque no tenía manera de ponerme en contacto contigo. Sabía que eras mi única esperanza."
Entonces, lo repetí una y otra vez en mi mente, cada fragmento de información que había reunido sobre ti. Repasé todo, buscando algo que hubiera pasado por alto, y fue en ese momento cuando mi mente fue iluminada. Tu destino no se podía ver, y ese detalle, que antes solo había sido una frustración más, de repente me reveló una verdad simple pero crucial: donde estuvieras, el futuro no se podría observar.
Esa era la clave.
Si encontraba un lugar donde no pudiera leer el destino, sabría que estabas cerca. Me llené de alegría, pues por fin tenía una forma de encontrarte. No necesitaba seguir buscando respuestas en planes complicados o estrategias elaboradas. Solo tenía que seguir esa única señal. Y así, con una renovada esperanza, me preparé para dar el siguiente paso.
Llamé al artesano y le dije que encargaba las armas, asegurándole que volvería a mi ciudad por otros asuntos antes de que todo estuviera listo. Aceptó gustoso y me despidió de su taller con una sonrisa en el rostro, emocionado por el trabajo que tenía entre manos. Mientras emprendía el viaje de regreso, mi mente no dejaba de analizar lo que sabía de ti. Eras una deidad viviendo entre los humanos, y eso ya te diferenciaba del resto. No tenías la arrogancia habitual de los dioses, y parecía no molestarte estar por debajo de ellos, e incluso obedecías a uno.
Intenté ver el futuro de Emporios, esperando encontrar alguna pista que me guiara hacia ti. Sin embargo, lo único que sentí fue una vaga sensación de que estaba vivo, pero nada más. Era como si una oscuridad lo rodeara, algo similar a lo que sentía al intentar ver tu futuro, pero sin la reacción violenta que casi me destruyó la vez anterior. Esa oscuridad me llevó a asumir que, de alguna manera, estabas cerca de él, o tal vez habías dejado una parte de tu poder imbuida en algo cercano a él.
Fuera cual fuera la verdad, sabía que estaba en la pista correcta. Todo parecía llevarme de vuelta a Emporios. Aunque no podía ver su futuro, esa misma incertidumbre me decía que allí, en ese vacío, te encontraría a ti o, al menos, la clave para desatar mi venganza.
Cuando llegué a mi templo, lo primero que hice fue consultar sobre Emporios. Para mi sorpresa, lo último que se sabía era que había muerto tras oponerse a un noble por una mujer. No podía creerlo. ¿Cómo era posible que hubieran perdido, estando tú a su lado? Sabía que ambos seguían vivos, pero solo podía especular por qué se había difundido esa información. No entendía nada del entorno de los comerciantes, sus juegos de poder me resultaban tan ajenos como incontrolables.
Decidí despejar mi mente de esos pensamientos innecesarios. No serviría de nada distraerme con teorías sin base. Después de un tiempo, llegué a una conclusión: la mejor opción era intentar ver el destino de las ciudades que habían sido pilares para la compañía de Emporios. El principio detrás de esta idea era simple: si tú estabas presente en alguna de esas ciudades, al intentar ver su futuro podría provocar una reacción similar a la que sufrí al tratar de ver el tuyo. Esa era mi nueva apuesta.
Trazaría un mapa de tus posibles movimientos a través de las reacciones del destino.
Mientras todo esto ocurría, las armas finalmente fueron terminadas. Había gastado casi todos los bienes más valiosos que poseía, pero al fin las tenía en mis manos. Fui a recogerlas y el artesano me recibió con una sonrisa satisfecha, diciendo que tenía suerte, ya que esas eran sus mejores creaciones hasta la fecha. Incluso insinuó que Hefesto mismo había bendecido las armas. Yo, externamente, mostré la reverencia apropiada a sus palabras, pero por dentro sabía perfectamente que Hefesto probablemente no tenía ni idea de que esas armas existían.
De vuelta en el carruaje, mientras sostenía los objetos que representarían mi último recurso, comencé a reflexionar sobre un dilema que había surgido durante mi búsqueda. Si no te escondías en las ciudades que alguna vez fueron tus fortalezas, entonces, ¿Dónde podrías estar? Las pistas no parecían llevarme a ningún lugar concreto. Pero entonces me di cuenta de algo: al igual que yo, cuando necesitaba claridad o consuelo, volvía a mi templo, al lugar que me vio crecer y donde todo comenzó.
Pensé que tal vez ustedes también harías lo mismo. Emporios y tú tendrían el mismo instinto de volver a los lugares en que empezaron.
Después de intentar en varias ciudades y fallar, finalmente encontré la correcta. Sabía dónde estabas, pero aún quedaba la parte más difícil: cómo convencerte. Con toda la información que había recopilado sobre ti, solo pude asumir que lo único que podría ofrecerte era información. Parecías tenerlo todo o, al menos, la capacidad de obtener lo que necesitabas por tus propios medios. Pero, ¿Qué clase de información haría que una deidad decidiera moverse? Era una pregunta que me mantuvo estancada por un tiempo.
Fue entonces cuando, sin esperar mucho, el destino o alguna coincidencia me hizo escuchar algo. Un estafador estaba instruyendo a su aprendiz: "Si viene un hombre rico, no intentes estafarlo a él directamente, es muy complicado. Estafa a los de su alrededor." Al principio, pensé que era un consejo trivial, pero luego me detuve y reflexioné. ¿Y si en lugar de enfocarme en ti directamente, observaba a tu alrededor? Tal vez eso me daría las pistas que necesitaba para acercarme a ti.
Así que me fui corriendo a mis aposentos y, sin perder tiempo, comencé a examinar el futuro de las ciudades que te rodeaban. Si no podía verte directamente, tal vez los patrones a tu alrededor me revelarían algo. Ya sabía tu ubicación exacta, y sabía que este enfoque indirecto podría ser mi mejor oportunidad.
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EL HIJO DE MEDUSA
FantasyEn los oscuros rincones de la antigua Grecia, emerge una historia olvidada, la del hijo de Medusa la cual narra la vida de Teodoro, un joven destinado a llevar la carga de la maldición materna. Como hijo de la temida Gorgona, Teodoro lucha por encon...