Después de la conversación en las profundidades del templo, el aire se llenó de una tensión palpable. El aventurero, cuyo nombre resonaba como un eco en las tierras que había explorado, y Teodoro, el joven guardián del antiguo santuario, estaban destinados a entrelazar sus destinos de una manera inesperada.
La sugerencia de un combate no surgió como un deseo de destrucción, sino como una prueba de habilidad entre dos individuos excepcionales. Ambos reconocieron la valía del otro y comprendieron que, en este lugar sagrado, las palabras a menudo se traducían mejor en acciones.
En el corazón del templo, entre pilares que llevaban la carga de siglos, comenzó el duelo. Teodoro deslizó su mirada serpentina hacia el aventurero, y este respondió con una inclinación respetuosa. El silencio que había marcado su conversación ahora daba paso al sonido rítmico de acero chocando contra acero.
La destreza del aventurero era palpable en cada movimiento. Sus movimientos eran como una danza coreografiada, cada golpe calculado para encontrar su marca. Teodoro, por su parte, desafiaba la gracia con fuerza bruta y agilidad sobrenatural. La espada del aventurero se entrelazaba con la lanza de Teodoro en un juego de luces y sombras, creando un espectáculo visual que resonaba con la historia del templo.
El eco de sus movimientos resonaba en las paredes antiguas, como si el templo mismo estuviera respondiendo al duelo que se libraba en su interior. Cada bloqueo, cada parada estratégica, era un homenaje a la habilidad y el entrenamiento acumulado a lo largo de los años.
Mientras el combate se desarrollaba, las palabras compartidas previamente entre el aventurero y Teodoro añadían una dimensión única al enfrentamiento. Fue en ese momento de intensidad que el aventurero, comprendiendo las palabras de Teodoro acerca de que los muertos no hablan, decidió tomar una acción más allá de las palabras. Retó a Teodoro a un duelo, no como un acto de agresión, sino como una búsqueda compartida de comprensión en las hojas de acero.
Teodoro, con sus ojos verdes que parecían absorber la esencia misma del templo, no luchaba con rabia, sino con determinación. El aventurero, cuya destreza había sido probada en innumerables encuentros, buscaba no solo vencer a su oponente, sino comprender la esencia misma de este lugar sagrado.
El combate alcanzó su clímax cuando ambos luchadores, agotados pero no derrotados, se separaron momentáneamente. El respeto brillaba en los ojos del aventurero, quien reconoció en Teodoro a un oponente sin igual. Y Teodoro, a pesar de la batalla, no mostraba hostilidad, sino una aceptación serena.
La parte más intrigante de la historia estaba por revelarse, ya que el templo, testigo silente de este enfrentamiento, aguardaba para ver cómo los eventos posteriores desentrañarían los misterios que yacían en sus corredores antiguos.
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EL HIJO DE MEDUSA
FantasyEn los oscuros rincones de la antigua Grecia, emerge una historia olvidada, la del hijo de Medusa la cual narra la vida de Teodoro, un joven destinado a llevar la carga de la maldición materna. Como hijo de la temida Gorgona, Teodoro lucha por encon...