PIRAEUS

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El bote se mecía suavemente sobre las olas mientras Teodoro y Emporios estaban sentados en la cubierta, el viento marino golpeaba sus rostros mientras discutían sobre los nombres de los marineros.


Emporios, con una lista en la mano, señalaba hacia los hombres que trabajaban en la embarcación. "Ese es Nikos, el timonel", decía señalando a un hombre fornido de barba espesa que manejaba con destreza el timón. "Y aquel es Stavros, el marinero más veterano de la tripulación", añadió, indicando a un hombre de mediana edad que ayudaba a asegurar las velas.


Teodoro asentía con la cabeza, concentrado en memorizar cada nombre y rostro. Intentaba grabar en su mente los detalles de cada marinero, deseoso de no cometer errores en sus interacciones futuras.


"Recuerda, Teodoro, la clave está en tratar a cada uno con respeto y reconocimiento", aconsejó Emporios, observando la seriedad en los ojos de Teodoro. "Un buen líder conoce a su tripulación y valora su trabajo. Esa es la base de un equipo sólido".


Teodoro escuchaba atentamente, consciente de la importancia de estas lecciones para su desarrollo en el nuevo entorno marítimo. Mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, Teodoro continuó absorbiendo cada palabra de su mentor, listo para enfrentar los desafíos que el puerto de Piraeus pudiera traer consigo.


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Emporios le pidió a Teodoro expresamente que bajara un baúl en particular, Teodoro asintió con seriedad mientras observaba el baúl cuidadosamente. Con manos firmes, agarró las asas y comenzó a bajarlo del bote con cuidado, siguiendo las instrucciones de Emporios al pie de la letra. El baúl parecía pesado, pero Teodoro se esforzaba por mantenerlo estable mientras descendía por la escalerilla.


Al llegar a tierra firme, Teodoro colocó el baul con cuidado en el suelo y lo aseguró con firmeza. Emporios se acercó y le dio una palmada en el hombro en señal de agradecimiento.


"Bien hecho, Teodoro", dijo Emporios con una sonrisa. "Ahora, vamos a asegurarnos de que este baul llegue a su destino sin ningún contratiempo".


Juntos, se dirigieron hacia el puerto, donde Emporios tenía planeado mostrar su estatus y cerrar importantes tratos comerciales. Teodoro caminaba con determinación, consciente de la responsabilidad que había asumido al cuidar las pertenencias de su mentor.


Mientras avanzaban por las concurridas calles del puerto de Piraeus, Teodoro se sentía orgulloso de poder colaborar con Emporios en sus negocios, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su nueva vida en esta bulliciosa ciudad portuaria.


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Emporios condujo a Teodoro por las calles bulliciosas de Piraeus, hasta llegar a una majestuosa mansión que se alzaba imponente frente a ellos. Con gesto serio, Emporios indicó a Teodoro que llevase un baúl particular hasta la habitación principal, advirtiéndole con cautela sobre la delicadeza de su contenido.


—Ten cuidado con ese baúl, Teodoro. Contiene mis mejores ropas, necesarias para mostrar mi estatus en esta ciudad y cerrar futuros tratos —advirtió Emporios, mientras señalaba la imponente puerta de entrada.

EL HIJO DE MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora