Antes de partir hacia lo desconocido, Teodoro vagó por los pasillos del templo que habían sido su hogar y mundo durante toda su vida. Cada rincón resonaba con recuerdos y emociones, recordándole los años de protección y servicio que había dedicado al templo y a su madre, Medusa.
Se detuvo frente a la estatua del aventurero, una figura que había sido la primera en contarle acerca del mundo exterior y despertar su curiosidad por lo desconocido. Con reverencia, limpió el polvo que cubría la estatua, agradecido por el valioso conocimiento que había recibido y por el coraje que le había inspirado.
Al mirar la estatua, Teodoro reflexionó sobre el viaje que estaba a punto de emprender. Sabía que no sería fácil dejar atrás todo lo que conocía, pero también sabía que era hora de seguir adelante y explorar el mundo más allá de los límites del templo.
Regresó a la entrada del templo, donde su madre lo esperaba con los brazos abiertos. Se abrazaron con fuerza, compartiendo un momento de amor y despedida antes de que Teodoro se aventurara hacia lo desconocido. Medusa le deseó un regreso seguro y le recordó que siempre sería bienvenido en su hogar, sin importar a dónde lo llevara su viaje.
Con el corazón lleno de determinación y gratitud, Teodoro se alejó del templo que había sido su refugio durante tantos años. Se despidió del único mundo que había conocido, preparado para enfrentar los desafíos y las maravillas que le esperaban más allá de sus muros.
El viaje de Teodoro a través del bosque fue sorprendentemente tranquilo. Antes de continuar su camino, divisó un pequeño lago entre los árboles. Recordando a las ninfas que había conocido, se acercó al lago y se inclinó para observar su reflejo.
Al principio, su reflejo en las tranquilas aguas del lago mostraba su habitual aspecto antropomorfo, marcado por su herencia divina. Sin embargo, al recordar la forma del aventurero legendario que había conocido tiempo atrás, Teodoro concentró sus pensamientos en adoptar esa apariencia.
Un cambio sutil pero significativo se produjo en su reflejo. La figura antropomorfa se desvaneció gradualmente, reemplazada por la imagen de un humano común, con todos los detalles característicos del aventurero. Teodoro observó esta transformación con asombro y curiosidad, preguntándose sobre el alcance de sus habilidades y la naturaleza de su herencia divina.
Esta nueva apariencia lo desconcertó al principio, pero pronto vio su potencial. Podía mezclarse más fácilmente con los seres humanos en su viaje fuera del templo, lo que le brindaría una ventaja invaluable mientras exploraba el mundo exterior.
Con esta nueva forma asumida, Teodoro se apartó del lago y continuó su viaje con renovada determinación. Aunque su aspecto había cambiado, su propósito de explorar el mundo exterior y descubrir más sobre sí mismo seguía intacto.

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EL HIJO DE MEDUSA
FantasiEn los oscuros rincones de la antigua Grecia, emerge una historia olvidada, la del hijo de Medusa la cual narra la vida de Teodoro, un joven destinado a llevar la carga de la maldición materna. Como hijo de la temida Gorgona, Teodoro lucha por encon...