Capítulo 22

411 46 2
                                    

Esta noche, ______ ha iniciado su, ciertamente, curioso entrenamiento. Luego del incidente del jabalí, Uzui mandó la carne del animal para que ella la comiera durante las noches. Sin embargo, la albina no se encontró tan alegre con la orden.

—Ni siquiera me dejó cazar otra cosa.— Sollozó, mientras recordaba como su maestro bendecía el que hayan apuntado al corazón de la bestia.—Y también me dio un kunai con el mismo veneno.

La carne cocida terminó por provocarle un fuerte dolor de cabeza, seguido por el adormecimiento de su cuerpo. Le resultaba increíble el efecto que las glicinias tuvieron en ella a comparación de su maestro, el cual, incluso pareció disfrutar de la presencia del veneno en la carne. «Te ayudé comiendo la mayoría de los almuerzos, así que tu deber será acabar al menos con la mitad de lo que te dejé. Hinatsuru y Suma se esforzaron mucho por prepararlos». Esas fueron las palabras del pilar. La chica infló sus mejillas al recordarlas. Solo podía mover con libertad su rostro, el resto se hallaba paralizado. Intentaba mover siquiera un dedo, pero ese dolor tan familiar la agobiaba, el mismo de la selección final.

—Ni siquiera voy por la mitad de los almuerzos. ¡¿Cuántos más de esos debo comer?!

Estaba prisionera en su propio cuerpo, ni siquiera era capaz de sacudirse. Por si fuera poco, al igual que el contacto directo de glicinia con su sangre, se debilitaba alarmantemente. Ella era consciente del peligro de la isla, en especial por el creador de la misma. Podría volver en cualquier momento y el aroma que desprendía solo acabaría por condenarla aun más de lo que ya estaba.

—Al menos, la tormenta de esta noche no es tan fuerte. —Suspiró, rindiéndose a su posible destino.

De pronto, el estruendo de un relámpago hizo temblar el suelo y, como era costumbre en ella, soltó un chillido del susto. Era como si una de sus pesadillas de infancia se hubiera hecho realidad en esa isla; sin embargo, ahora no podía despertar del mal sueño, solo ignorar. Agobiada, cerró sus ojos con la esperanza de dormir, pero, los constantes temblores, mezclados con la intensa lluvia se lo hacían imposible. En uno de los tantos relámpagos, el interior de la cueva fue iluminado y, sobre el agujero, yacía Akaza.

—¿Estás bien? ______. —Preguntó por la curiosa posición en la que encontró a la chica.

—¿Akaza? —El corazón de la albina saltó de alegría.

—Tu aroma salió disparado por toda la isla, así que vine a ver qué había pasado. —Suspiró.— Esperaba encontrarme con otro tipo de escena. —Bajó a un lado de la inerte cazadora, tras notar el olor del veneno de glicinia en la carne.— Dime, ¿eres tonta o qué? No dijiste que...

—Ya sé, ya sé. —Interrumpió. De por si, ya se encontraba frustrada por el efecto del veneno en ella; no necesitaba que el demonio lo recalcara más.— Es parte de mi entrenamiento, así que ni se te ocurra decirme nada.

Por unos segundos, el pelirrosa se quedó en silencio. Era más que evidente que acababa de tocar un tema sensible para la chica, el tono de voz la delataba. Akaza se disculpó con ella, luego, la colocó en uno de los rincones sentada. «Me siento como una muñeca viviente», pensó, al darse cuenta que había perdido la sensibilidad en todo su cuerpo.

—¿Al menos, sabes cuánto tiempo vas a estar así? —Suspiró, mientras su esencia mostraba un pequeño rastro de preocupación.

—No, es la primera vez que tomo veneno de glicinia en la comida.

—Tonta. —Jaló sus mejillas y, tan pronto como lo hizo, comenzó a escuchar los quejidos de la albina.— Casi pareces un cadáver. Tú misma sabes lo peligrosa que es y de no ser porque hablaste...

—¡Ya lo sé! —Balbuceó con un leve rubor.— No necesito que lo recrimines. Tengo la edad suficiente para saber lo que hago conmigo misma... ¡Y ya deja de jugar con mi cara!

—Supongo que tienes suerte. —Rio, haciendo caso omiso.— Si no fuera por nuestro trato, ahora mismo estarías muerta.

—Cuando se acabe el efecto...

—Aun así, no podrías alcanzarme. —Intervino sonriente, mirando directo a los ojos de ______.

Fue entonces que el demonio se percató de la ira de la cazadora en sus ojos llorosos e, inmediatamente, dejó de jugar. Las lágrimas recorrieron el rostro de la albina, quien sentía sus mejillas adormecidas. Estaba asustada por pensar que podría quedarse así el resto de su vida y el ser ante ella solo parecía burlarse de su situación.

Otra vez, surgió esa sensación de preocupación en el pelirrosa que, al igual que en el camino, no sabía cómo actuar.

—P-perdóname. —Tartamudeó, alejando sus manos de la chica.— Estás bien, ¿no? ¿Tus mejillas...?

—Idiota, apenas acabas de darte cuenta. —Reclamó, en un tono más serio de lo normal.

—Lo lamento. —Desvió la mirada.

—Como sea —suspiró aun algo frustrada—, es un alivio que hayas sido tú el demonio que me encontró.

Un escalofriante brillo surgió de los ojos de Akaza al escuchar esas palabras, uno que la cazadora no había visto hasta ahora. La sed de sangre se veía reflejada en esos fríos ojos, mientras el demonio yacía sumido en el objetivo de su misión. «¿Será que finalmente se dignó a regresar a su propia isla?». Parecía ser que estaba cerca de cumplir la misión que le encomendaron: Asesinar a todo demonio relacionado con el exaspirante a luna demoniaca, Noboru. En palabras del propio Muzan, sus cuatro objetivos suelen encontrarse en esa mismísima isla; sin embargo, parece ser que apenas notaron su presencia, huyeron sin dejar rastro alguno. Él debía encargarse de emboscar a cualquiera de los demonios que se atreviera a venir, mientras que Douma, de los que estén en el puerto principal.

—¿Notaste la presencia de otro en la isla? —Fijó su mirada seria en ______.

—Bueno...es algo difícil de explicar, pero, parece que...sí. —Contestó, estremecida por la reacción de Akaza.— Olvídalo...Tal vez sea el efecto de la lluvia. Mi maestro dijo que es por el arte de sangre demoniaca de un demonio, pero hasta ahora no he podido comprobarlo.

El miedo era notorio en la ojiazules, la cual, creía que iba a ser devorada en ese instante. La esencia demoniaca que desprendía Akaza era una de las más fuertes que había sentido en su vida; fue entonces que comprendió la fuerza de la tercera luna superior. Su respiración comenzó a acelerarse, mientras intentaba forzar a su cuerpo a moverse. Los latidos de _____ se hicieron tan fuertes que esos mismos finalmente lograron despertar al demonio.

—Me sorprende que te haya dejado aquí estando envenenada. —Cambió de tema, luego de ver el miedo en los ojos de la cazadora.— Se nota que no aguantarías ni una noche.

Una fuerte risa de la chica lo interrumpió, casi como si hubiera contado un buen chiste.

—Tú no sabes nada de mí. —Contestó, aun confundida por el gran cambio de actitud. —Para que lo sepas, he pasado la mayor parte de mi vida en bosques y calles; así que, este solo es un nuevo nivel para mí. Pronto veras que me adaptaré.

—Si el veneno de glicinias no te mata primero. —Volvió a jugar con las mejillas, esta vez, con más delicadeza.

______ pasó a gruñir y quejarse por la acción del demonio. Sin embargo, entre esos reclamos y sacadas de lengua, pronto surgieron pequeños chistes eventuales; los cuales, al final de la noche estaban por convertirse en una charla entre... ¿amigos? Esa palabra rondaba por la mente de la albina.

«Últimamente...he estado riéndome demasiado con este demonio. ¿Qué pasa conmigo?».

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora