Capítulo 29

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Mamoru estaba orgulloso, mientras sentía que muy pronto iba a recobrar fuerzas con la sangre de la chica; además de pensar que se había desecho de la luna superior por un rato. Ahora solo le quedaba ese pilar, el cual le había resultado una piedra en el zapato desde que entró a sus cavernas.

—Esto tiene que ser una broma. —Dijo Akaza, quien apenas había podido hacer un agujero en la roca.— Si simplemente me hubieras escuchado, ya hubiéramos salido. Eres tan débil que ni siquiera pudiste hacerle un rasguño a la roca. Hubieras muerto si es que no venía a...ayudarte.

La última palabra resultó bastante ajena al demonio. Ayudar a otros no es algo típico en la naturaleza de su especie; especialmente en él como luna superior. Todo lo sucedido desde que conoció a la cazadora no era común, era extraño, anormal y, como dijo Muzan, degradante. Así fue como por primera vez.

—Entonces, ¿por qué viniste? —Intento alejarse del demonio, a pesar de estar en un ambiente tan cerrado.— No hubieras tenido problema en dejarme morir allá...No lo entiendo.

______ apenas había podido evitar desangrarse más, pues la roca aplastó su pierna cuando Akaza la atrajo a él. No se quejaba, no gritaba, no lloraba; eso le resultó extraño al demonio, el cual sentía a sus dudas crecer un poco más. Nuevamente podía notarla débil, a pesar de que se regeneraba con rapidez.

«Con que así es como funciona». Pensó, mientras sostenía el pedazo de roca encima suyo. «Su cuerpo destina toda su energía a regenerarse, antes que otras necesidades».

El pelirrosa volvió a destrozar la roca a su alrededor y, tan pronto como lo hizo, la esencia de la planta volvió a rodearlos.

—No te separes mucho. —La ocultó detrás suyo.

Sin embargo, contrario a la orden de Akaza, la cazadora se dirigió rápidamente a la maleza. Apretó con fuerza la mellada arma y frunció en ceño al tomar aire, mientras las palabras del pelirrosa se repetían en su cabeza.

—Tonta. —Esta vez, el demonio no intervino e ignoró ese extraño impulso. Si la chica moría iba a ser por su propia impulsividad.

Sin embargo, lo que no esperaba era ver que ese kunai aún cortara. Los pedazos de lianas y hojas cayeron al piso. Le había sido mucho más fácil cortarlas en comparación a cuando estaba con los ratones. Ya no crecían al instante, sino que se tomaban su tiempo. Sorpresivamente, su sangre había hecho efecto en la planta. Era ahora o nunca si ella quería regresar con vida, así que, se hizo una cortada en la mano.

—Ese demonio dejó de mover los túneles tan rápido. Puede que mi maestro tenga algo que ver con eso. —Salpicó el muro a su izquierda.— Ya no te molestaré más, así que, lo mejor sería que comenzaras a destruir esos muros, ¿no?

Por otro lado, el pilar se hallaba furioso. Ya no escuchaba a su tsuguko, mas sí los ecos del llanto de su esposa tratando de evadir los grandes pedazos de roca. El demonio detrás de todo lo había llevado al límite de su paciencia y, a medida que la voz del ser se hacía más fuerte, las ansias por decapitarlo aumentaban de la misma manera.

Evadía con tiempo de sobra cada roca que trataba de aplastarlo y las plantas no se centraban en lo absoluto en él, sino que en cubrir cada una de las habitaciones por las que pasaba. Estaba concentrado en el más mínimo sonido que pudiera percibir del demonio a medida que se acercaba; sin embargo, había algo que lo distraía un poco. Podía escuchar el leve murmullo de un riachuelo subterráneo a unos metros detrás de él. Esa era la sangre de su discípula, a la cual, aun imaginaba agonizante en alguna parte del laberinto.

Fue entonces que, como el agua, la maleza trató de ocultar la entrada a la cueva del demonio de la roca.

—Respiración del sonido. —Pronunció, a la par que podía escuchar como las lianas se preparaban para saltarle encima como serpientes.— Cuarta postura, sentencia de muerte de Avici.

Al igual que una navaja atraviesa una hoja de papel, Uzui perforó el denso arbusto. La planta no podía hacer más que crecer a su paupérrima velocidad, mientras que el pilar se había creado un túnel a través de las lianas, ramas y hojas. Mamoru lo esperaba paciente a él y a la sangre bajo la tierra, escuchando pequeños estallidos provenientes del cazador.

En el último momento, alzó un alto muro en la entrada; sin embargo, este fue partido al instante. La sangre aun no llegaba, así que, alzó otros tres muros el doble de anchos frente al cazador; luego, se encerró dentro de un domo de piedra. Deseaba consumir esa sangre cuanto antes, así al menos recuperaría parte de su fuerza.

El dulce aroma de antes invadió las fauces del moreno, mientras el líquido llenaba el pequeño pozo de roca que había creado en el suelo. Lamentablemente, cuando apenas había podido probar una gota, su refugio había sido convertido en escombros.

—¡No interrumpas! —Elevó varias púas desde el suelo, las cuales, el pilar logró evadir con un magistral salto.

Los escombros restantes se convirtieron en pequeñas y filosas astillas, que lanzó contra el albino lo más rápido que pudo. Sin embargo, cuando una impactó con una pequeña bola que soltó su oponente, un intenso humo estalló frente a él. Frustrado, Mamoru hundió todo el suelo a su alrededor con un grito de ira.

«¿Por qué me castigan de esta manera? Solo trato de hacer un mundo mejor». Pensó, al ver que sus manos habían sido cortadas sin que él se diera cuenta. «Los muros». Rápidamente formó tantas púas como pudo por todas las paredes, sin embargo, seguía sin sentir la presencia del cazador.

Otro grupo de nubes de humo surgió sobre él, mientras que ni siquiera podía escuchar a su oponente. Por si fuera poco, le pareció curioso como sentía a su arte de sangre demoniaco reaccionaba cada vez más lento, como si aumentaran peso en una cuerda imaginaria. Había caído, como todo demonio, en la trampa de ______, la cual ni siquiera sabía del engaño. La desesperación del demonio volvió a crecer tanto como aquella noche, al igual que la sensación de sus manos manchadas por la sangre de su amo.

Deseó volver a dormir y olvidar, justo como lo hizo cuando Muzan le negó su petición de cambiar el mundo; al igual que cuando la primera superior lo castigó por su osadía ante el rey de los demonios. Comenzó a crear otro domo de roca, esta vez, más ancho que el anterior y, a modo de un tazón, comenzó a beber la sangre de su presa.

De repente, la memoria de la última vez que vio a su madre cruzó por su cabeza, mientras sentía a su cabeza deslizarse de su cuello. El mundo se ponía de cabeza cayendo directamente al vacío. El demonio le temía a la oscuridad, a pesar de su propia naturaleza; fue por eso que le pidió a su compañera que adornara los muros con los musgos fosforescentes. No quería morir en un aparente vacío sin fin.

«Debimos escuchar a Ayumu». Volvió a crear el suelo y la cabeza rodó por este.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora