Capítulo 15: Aquel día

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La esencia del té, ligero y pacífico, era una gran bienvenida para ella, la cual ahora se encontraba en la pequeña sala de la cabaña. Para la chica, era como si no hubiera estado en aquella habitación desde hace siglos.

—El té y la comida tardaran un poco, así que me preguntaba si no quisieras ir al patio trasero a esperar. —Habló el canoso, en un tono más suave del que la joven solía oír.

—No te preocupes. —Sonrió.— Tampoco necesitas preparar algo más allá de un té, comí en el pueblo antes de venir aquí.

—______, te conozco mejor que nadie, así que se muy bien que estás muy hambrienta por la caminata. —Contestó, sentándose frente a su hija; luego, repentinamente cambió su semblante a uno mucho más serio.— Además, por lo que Giyu me contó, pareces tener cosas pendientes con Sabito.

Aquellas palabras la dejaron atónita, ya que, hace años que no escuchaba ese nombre, el de su hermano mayor. ¿Cuánto tiempo esperaba evadir esa parte de su pasado? Ya habían pasado varios años, muchos más de los que ella pensaba.

—¿Él está...?

Unas grandes lágrimas surgieron de sus cristalinos ojos tras ver como su maestro asentía; por lo que, rápidamente salió disparada al patio de su infancia. Al hallarse conectado con el bosque, era el lugar perfecto para todos los juegos de la pequeña; y con la llegada de ambos niños, ese lugar parecía ir iluminándose de a poco para ella y su senil padre.

La ojiazules deslizó la puerta y, tan pronto como lo hizo, una ligera brisa chocó con ella; pero, por unos instantes, pudo jurar que sintió la esencia de su hermano: Suave y rígida a la vez, en las memorias de la albina así era Sabito; el cual, siempre llevaba consigo unas grandes ansias de proteger a los que ama. Así deseaba ser ______. La presencia del pelirrojo se sentía tan real que casi piensa que él aún se encontraba con vida; sin embargo, al fondo del patio, las sombras de los árboles cubrían un montículo de tierra, acompañado por una lápida con el nombre de su hermano.

Ahí yacía Sabito e, inevitablemente, le recordó a aquel doloroso día.

El demonio había huido despavorido, la pequeña apenas había logrado despertar. Varios árboles estaban tumbados y Murata, sorpresivamente, la sostenía para evitar que cayera. "¿Qué pasó?" Se preguntó la niña, al recordar la voz del ojiazul.

«¿Por qué está el aquí?». Se cuestionó, luego de percatarse del pelinegro.

—Sabito, Giyu. —Susurró, volteando en busca de sus hermanos.

No los veía por ninguna parte, así que, le ordenó al chico en un tono desesperado que la ayudara a buscarlos. ¿Qué había pasado con su sentido de las esencias? El no sentir siquiera la de un árbol le ponía los pelos de punta; y aun peor, no podía saber si ellos se encontraban bien.

—_____. —Habló Giyu entrecortadamente, quien se hallaba junto a Sabito.

Su más grande pesadilla se había cumplido: Sabito, su querido hermano, se encontraba al borde de la muerte. Se hallaba apoyado en uno de los tantos troncos caídos, mientras que Giyu, desesperado, buscaba la manera de mantenerlo con vida; mas era inútil, casi todos sus órganos se hallaban masacrados. ¿Qué había pasado mientras ella estaba inconsciente?

—No...

La albina se apartó bruscamente de Murata, pero, al igual que en su primera pelea con el demonio, cayó débil.

—No te esfuerces mucho. —Sugirió, aun asustado por lo que había visto cuando llegó con los estudiantes de Urokodaki. Ahora, ¿temía por su vida?

Cargó a la niña hasta ambos ojiazules, mientras esperaba que no se diera cuenta de su pánico; mas ella ya lo sabía. La esencia del chico mostraba un profundo miedo, acompañado con la confusión. Era parecida a la que el de la cicatriz sintió anteriormente. Sin embargo, eso no le era importante, pues, era en esos momentos que su mundo volvía a colapsarse.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora