Capítulo 18

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Para bien o mal de la chica, un cazador llegó a la finca media hora después de que ella se fugara. Su rostro resonó por todo el lugar al igual que sus tres acompañantes. Se trataba de otro pilar y, esta vez, del más extravagante: Uzui Tengen, pilar del sonido. Su voz resonó por los pasillos en dirección a la habitación de la antigua discípula de Kanae, llamando a esta misma.

—Disculpe, señor, pero no puede irrumpir en la habitación de la señorita Chinen a estas horas de la noche.— Reclamó la kakushi detrás de los cuatro recién llegados.

—Es el mejor momento. —Contestó, curioso por la vieja alumna de Kyojuro.— Es una cazadora, así que, no deberá importar si la despierto.

Con los gritos que pegaba, no era de esperarse que ya se encontrase despierta; ella y toda la finca. Además de que su presencia era igual o más imponente que la del pilar del viento.

—______ Chinen. —Pronunció, ya frente a la puerta.— Prepárate para ser mi extravagante discípula.

El hombre deslizó la puerta, pero, sus ánimos se fueron para abajo tras ver que no había nadie en la habitación.

—¿No está? —Habló una de las mujeres, angustiada por la chica desaparecida.

—Oiga, ¿no está segura que no la vio irse a ningún lado? —Preguntó otra con el cabello del frente rubio.

—No. —Negó.— La señorita debe cumplir con un toque de queda o, de lo contrario, su castigo sería extendido un mes más.

—Eso es interesante. —Comentó el más alto, tras fijar su vista en la ventana abierta.

El viento de la noche hizo volar algunos papeles y pequeños pañuelos de la habitación. El pilar se asomó a contemplar la vista de la ventana y, en menos de un segundo, ya se había desvanecido.

—Dios, ¿por qué me castigas de esta manera? —Se cuestionó la mujer, cansada de los sucesos ocurridos durante el último mes.

Por otra parte, la joven se hallaba sentada sobre la gran rama de un árbol, contemplando la luna en su forma menguante. Había neutralizado su aroma por completo, así que, en caso de que algún demonio ronde por la zona no sería capaz de detectarla. Aún así, las posibilidades de encontrarse con otro de esos seres, además de Akaza, era casi nula; ya que como lo mencionó el mismo pelirrosa, su sola presencia hace que casi toda su especie se aleje de esa zona. En esta ocasión, más bien el olor que desprenden las ropas olvidadas de él.

—Más le vale venir. —Habló balanceando sus piernas en el aire.— Porque no pienso dejarle sus cosas con la señora Fujimoto. Idiota, ¿qué le hizo pensar que iba a poner en riesgo a una familia entera?

—¡Oye! —Gritó a la nada, esperando que el demonio se encuentre cerca.— ¡Si no vienes pronto, me comeré el bento que te traje! ¡Luce muy apetitoso!

La última frase la pronunció casi como una canción, pues, honestamente, la chica se encontraba hambrienta. Para su desgracia, sabía que el preparado no la saciaría en lo absoluto. Un secreto que solo conocieron Giyu, Sabito, el maestro Urokodaki y la misma Kanae era el que ella podía vivir solamente del consumo de sangre. Podía ser humana, de demonio o de animales; cada una la llenaba más rápido que otra, pero, era un hecho, su hambre era saciada mucho más aceleradamente.

—¿Acaso lo ofendí con la sugerencia de aquel juego? —Cuestionó, observando la luna.— ¿O será que quiere que lo busque?

Tras la última duda, la albina infló sus mejillas y su rostro se tiñó de rojo por la ira. Estaba a tan solo un pellizco de quemar la ropa e irse (justo como le dijo a su hermano); sin embargo, la poca consideración que le tenía se lo había impedido. En ese instante, el rostro de su hermano cruzó por su mente, al igual que el recuerdo del combate con Akaza.

—Aunque...mi hermano dijo que iba a una misión. —Aquel recuerdo hizo que un ligero escalofrío recorriera su espalda.

Con todo su corazón rogaba porque ambos no se toparan el uno con el otro; pues, las palabras de Akaza, las del día de su pelea con el pelinegro, solo la advertían de una horrible tragedia. Una presión en el pecho se hizo presente, la misma que sintió con la muerte de Kanae y Sabito; aquel miedo parecía ordenarle que fuera en busca de Giyu, pero, ¿cómo hacerlo si su castigo aún está vigente? Ya había metido en muchos problemas a su hermano por el incidente anterior y, de que el demonio no estuviera ahí, solo complicaría más las cosas para él. De no ser suficiente, se estaba arriesgando demasiado al venir a aquel bosque con esas prendas.

Todas esas ideas inundaban la cabeza de la albina, quien, tras no poder soportarlo más, sin darse cuenta se hallaba devorando la comida que trajo para el tatuado.

—Solo espero que no tenga que beberla. —Dijo con la boca llena.

Esa siempre ha sido una mala costumbre de la chica: Comer cuando está preocupada.

—Es una pena, si hubiera llegado un poco más antes, podría habérmelo comido yo. —Interrumpió una voz grave.

______ volteó rápidamente a su lado, encontrándose así con un hombre con su mismo color de pelo. De repente, se escuchó el crujir de la rama, a lo cual, saltó a duras penas al tronco frente a ella. La comida cayó al piso, al igual que su bolso. Miró a todas partes, sin embargo, solo se encontró con la oscuridad de la noche y los árboles iluminados con la tenue luz de la luna. «Qué extraño, ni siquiera fui capaz de detectar su esencia...Eso solo puede significar...». La joven cayó suavemente al suelo, recogió sus cosas y se puso a observar a más detalle su entorno.

Aun no podía detectar la esencia del cazador, por lo que, tomó aire, cerró sus ojos y, finalmente supo su ubicación. Se hallaba oculto en la copa del árbol que justo estaba frente a ella. «¿Será un pilar?». La esencia era borrosa para ella, pues apenas había podido detectar que era humana. «Es mucho más fuerte que yo... No creo que pueda escapar. ¿Acaso es uno de mis viejos maestros?». El recuerdo de su intento por conocer a los pilares y al patrón regresó a su mente. «No, si ese fuera el caso...al menos podría detectar algo más que eso».

Mientras la ojiazules se hallaba sumida en sus descartes, el cazador cambió su posición, cosa que extrañó a la chica. Volteó hacia la nueva localización, ahora en el árbol donde estaba sentada, bastante sorprendida por no escuchar ni un suspiro. El sujeto se movía con la misma rapidez una y otra vez, casi como si estuviera acechándola; hasta que, simplemente se detuvo.

—¿Hola? —Apretó con fuerza su bolso, pues, temía que sospecharan de lo que llevaba con ella.

De pronto, la esencia se trasladó justo a sus espaldas. La joven se estremeció, mientras volteaba lentamente a ver al sujeto. No cabía duda de que estaba en problemas. El hombre era bastante alto, casi tan alto como el pilar de la roca; cosas como esas la hacían dudar de si había tenido una buena alimentación a base de sangre.

—Felicidades. —Habló imponente.— Has pasado la primera prueba.

—¿Qué? —Miró confusa a su superior.

A la chica no le dio tiempo para decir más, ya que, en un parpadeo, el pilar la sujetó en uno de sus brazos y salió corriendo. _____ apenas podía sostener su bolso, mientras creía haber dejado su corazón allá atrás.

—¡A esto se le llama secuestro, señor! —Exclamó, luego de apenas haber podido tomar aire.

—Por su puesto que no. —Contestó, manteniendo la misma inhumana velocidad.— Solo te llevo devuelta a la finca de la joven Koccho. Iremos a recoger a mis esposas y algunas cosas tuyas antes de partir.

—¡Qué!

—A partir de ahora eres mi tsuguko. —Sonrió.— La ingenua aprendiz del dios de los festivales.

En tan solo unos segundos, salieron del bosque y las luces del pueblo se vieron como estrellas fugaces para la chica.

—Nuevamente, felicidades, pequeña Chinen.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora